Capítulo 18:

41 10 6
                                    

Caigo sobre mis rodillas al suelo y rápido comienzo a moverme para alejarme lo más que pueda de él.

—Quiero tanto sacarte a golpes la estupidez...

—No, por favor —suplico y me pongo del otro lado de la cama. Él no se mueve de la entrada, solo me observa.

Me señala.

—No vas a salir de esta puta habitación hasta mañana por la noche que vayamos a la fiesta —toma aire. Su rostro esta contorsionado en furia— y va a ser la última vez que salgas de aquí en mucho rato.

Asiento aceptando porque sé que eso probablemente le complace y me dejara aquí.

Entrecierra sus ojos y sale estampando la puerta con fuerza. Cubro mi rostro jalando mi cabello en el proceso; ¿Por qué nada me sale bien? Solo quiero regresar a mi casa, pero parece que cada acción que realizo solo me encierra más aquí.

Los sollozos comienzan a sacudir mi cuerpo y antes de darme cuenta estoy llorando con fuerza mientras abrazo mis piernas a mi pecho.

.

.

— ¿No piensas hablarme? —Cuestiono a Craig, pero el sencillamente termina de acomodar mi comida frente a mí en la habitación— ¿en serio? ¡Al menos no me he quedado como una maldita estúpida aquí simplemente siendo una puta cosa! —Me pongo de pie. Él sigue haciendo como si yo no existiera— eres un imbécil.

—Soy un sobreviviente —me mira y agacha la cabeza. Habla de nuevo en voz mucho más baja— quizá deberías de comenzar a pensar más en sobrevivir a esta situación que escapar. Con permiso —se aleja rápido.

Lo detengo cuando hablo.

— ¿De qué me serviría sobrevivir estando aquí?

No tiene respuesta para eso o sencillamente no quiere darme una y sale rápido de la habitación. Miro hacia la charola y me acerco dispuesta a tirarla, pero tiene una nota.

Come. Si no comes solamente harás que empeore tu castigo.

-Christopher B.

Aprieto mi mandíbula y me obligo a tragar, pero no consigo introducir demasiado.

.

.

Christopher cuelga la llamada que realizaba y me tenso cuando su mano se pone en mi muslo sobre el vestido. El vestido es largo y suelto, pero siento como si me quemara su tacto.

Aprieta mi pierna y me obliga a levantarla; la acaricia sin decir ninguna palabra antes de ver cómo pone una pulsera dorada allí. Truena cuando la pone y hace un lado mi pierna.

— ¿Qué... —me interrumpo y permanezco callada. Él se ríe.

—Pregunta —niego con la cabeza. Con sus manos fuerte en mi mandíbula me hace verlo y espeta— pregúntame que es.

— ¿Qué.... Es? —Pregunto con dificultad antes su agarre.

Sonríe y aprieta más mi mandíbula mientras acerca su rostro al mío. ¿Cómo pude pensar que podría contra él alguna vez? Es un loco. Jamás tuve una oportunidad. Algo dentro de mí lo supo siempre; Christopher no era alguien como Owen, pero sencillamente calle la voz de la razón por el dinero.

Y aquí estoy. Ahogándome.

—Esto en tu pierna es un maldito rastreador. Te estaré vigilando cada puto segundo de esta fiesta; eventualmente surgirá algo que nos hará separar y no pretendo correr ningún riesgo —habla lentamente y con su mano libre saca de su bolsillo un aparato pequeño— con esto controlo este rastreador. Llego a ver qué vas lejos esa... cadenita te hará mucho daño. Ya sea que te comience a dar descargas o haga que te inyecte un sedante.

Arlette HammondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora