Signos de tinto a favor
mientras es un encanto el flagelo,
hechizo de fiera supremacía,
donde vas arrobándote las magmáticas acechanzas
de una noche y sus pulsos desenfrenados.
Izando toda alergia al sur,
bien supiste cómo simular
en pos de tanto misterioso juego de dos.
Recogiendo el disfraz de luz
y silbando por la sombra,
serás cruz venérea en su cóctel esteral.
Frasco de tábanos a favor,
y así te retuerces,
por anhelar la piel de un fuego que jamás podrás poseer,
donde llevas cenizas de una antorcha
imposible de darle aliento
con sus espectros tan nutridos.
Cola rojiza de mandril.
Labia bífida de culebra.
Retozando toda murguita hacia el norte,
bien supiste cómo perpetrar
el papel arlequinesco del suplicio.
Ay, desertor imaginario,
posaste toda parafernalia sobre el espejo,
y por lo tanto,
dejaste tanto silencio en mí,
sacudiéndote irrisoriamente
entre tanto gesto irreconocible
y tanta ingenuidad de un enturbiado acabar.
Entonces soplarán todos los vientos de aquí en más,
trayéndome la magia de tus danzas hipnóticas,
donde juntos sabremos que ya no habrá risa latiente por encarnar.
Ay, torpe ilusión.
A merced quedé de su nombre.
