Báratro en ascensión

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Yo,
culpable,
por contemplar las caídas,
sin arremeter mis péndulos sidéreos.

Juntas los océanos en las palmas,
como signo de poder.
Trayendo ofrendas que penden en ascensión,
como báratro que arde entre las rocas de la ribera.

Los barcos de la adolescencia se disipan rebeladamente,
siquiera sea como un rezo,
siquiera sea como una cíclica lamentación.

¿Acaso,
nos hemos convertido en la esclavitud del amo,
por ansiar un trono desde la nada, desde el vacío inconmensurable?

Un temblor se extiende,
anunciando ausencia en el carajo.
Juicios que han de manifestarse.
Quizá,
frugíferos hurtos.
Quizá,
purezas plenas de aliento,
y no páramos,
y no tormentos infinitos.

Y toda aquella brisa
aún acaricia tenuemente,
como briosas esperanzas de una inocencia condenada a errar.

Tú,
ceguera,
por ignorar las obras inhumanas,
serás ojo testigo,
sin pujar reminiscentes bálsamos sobre el brazo tendido.
Y yo,
culpable;
Y yo,
condena bajo la lluvia suave,
como el descenso sin fin por entre las aguas...



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