La inmisericorde cortesana tensa el cordel,
afila por demás.Criaturas desgarran carnizas en vilo,
mientras una llama deja velar su agrio palmar.La dama de la guadaña ronda por entre los pasillos,
dando ilusión al retrato ardiente de un lobo cebado.
¡Ya no llora!¡Ya no llora!
Allí,
en el umbral,
te encontrará sonriente
la arácnida trama del fantasmagórico embalsamamiento.
Donde ruge la sombra,
se extiende el telar.El jinete monta su infierno.
Un corcel enardece en su diván de encriptador.
¿No ves las rumientes siluetas que alaban el cesar?Toda escena de solitud se extiende por todas partes,
una labor que enreda sin sentido.Golpes de martillos esqueléticos
y vacía la cacerola sin pan.
Pretéritos arden en abismales oscuridades.Las hienas acechan desde el borde,
flechas salvajes del cazador.Un ritual frenético,
es para el bufón,
la soporífera piedad muriente
y, en el pedregoso risco nos hallará,
la niña avejentada de los luceros negros.
Hurgando entre sus harapos
alguna daga volátil o venenosa...
¡Ya no lamenta!
¡Oh, no!¡Ya no lamenta!
Las barrancas grises del exterminio de todo tiempo.
Tímidas hamacas bailotean con el rumor de la brizna.El tráfico desmaya desválidos,
irregular escupitajo de arañas aciduladas,
mientras todo respiro acaba tejido en la invisible trama,
entrelazándose dentro de los compactos morteros de los enmascarados.
¡Suspira!
¡Aunque ya no subsiste!¡Suspira de una buena vez!
¡Todo vuelve a empezar!