El encuentro.

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Estaba cayendo la tarde, como era su costumbre casi todos los días Woo salió a pasear su perro. Su padre solo le permitía llegar hasta cierta distancia y regresarse, aunque era un lugar "exclusivo" y aparentemente seguro no iba a arriesgar lo más valioso que tenía.

Entre la casa de su padre y la casa de su nuevo vecino (al que aún no conocía personalmente) había un lago de esos artificiales que suelen tener en algunos complejos de vivienda costosos. Woo casi nunca pasaba por esa parte del camino porque era parte del trayecto que su padre le había prohibido, después de todo era un cuerpo de agua algo grande y Woo seguía siendo un niño pequeño.

Por alguna extraña razón, decidió que ese día su perro necesitaba caminar un poco más, así que mientras sujetaba la correa qué mantenía el cachorro a su lado y tarareaba una canción, escuchó los sollozos de alguien que estaba sentado a orillas del lago.
Esa persona no tenía zapatos, solo lloraba de forma suave, como cuando no quieres que los demás te escuchen. Tenía sus rodillas escondidas tocando su pecho, ocultando su cara entre las piernas, meciendo su cuerpo de adelante hacía atrás sin parar. ¿Qué estaba pasando en ese lugar? ¿Por qué había un adulto llorando de esa forma? La curiosidad hizo que Woo decidiera acercarse con mucho cuidado por la espalda de quien lloraba. Caminó sigilosamente para no hacer ruido pero el sonido de las hojas en el suelo, lo delató.

Mientras el niño se acercaba, Minho pudo escuchar los cortos pasos de este entre las hojas secas qué estaban amontonadas cerca de él, haciéndolo levantar su cabeza sin voltear, lo que logró hacer que Woo se asustara.
Se detuvo, manteniendo una distancia prudente entre ese extraño y él en caso de tener que correr por haber desobedido las ordenes de su padre sobre mantenerse alejado de ese lugar.

-- Señor, ¿está bien? -- preguntó mientras jugaba con los dedos de sus manos. Sí, estaba nervioso.

-- Vete, no me gustan los niños -- de forma cortante y sin poder respirar bien por tener su nariz toda mojada por el llanto.

-- Entonces no tengas, nadie te obliga -- rodando sus ojos en señal de que estaba molesto por la forma en la que lo habían tratado.

-- Minho no respondió nada más.

-- ¿Qué le duele? -- cuestionó mientras miraba a Minho y sacudía algunas hojas de sus pies.
Por un momento pensó que podría ser su panza, recordó que él también lloraba cuando esta le dolía. Era tan fuerte el dolor que su tío Felix casi lloraba con él antes de decidir llevarlo al hospital -- Debe ser eso -- llevando su dedo índice a su labio inferior, dándole pequeños toquecitos mientras pensaba.

-- El corazón -- rompiendo el silencio  volviéndose a ahogar en llanto.
-- Pero, ¿tú que vas a saber de eso? -- resopló, apretando la navaja que tenía en sus manos, mirando a la nada.
Su mirada estaba perdida en ese inmenso dolor que era sentirse solo en este mundo.
-- ¡Ya vete niño, me estás molestando! -- limpió su nariz qué moqueaba.

-- ¡Yo nunca molesto! -- frunció su ceño. Sus tíos y su papá le habían dicho que él nunca molestaba y ellos no le mentirían, las mentiras estaban prohibidas en su familia, así que estaba seguro de eso.
-- ¿Te duele el corazón? Mi tío Lix dice que cuando a los adultos les duele el corazón se vuelven amargados, así como tú -- se agachó un poco para acariciar la cabeza de su perro que estaba intranquilo.
-- Sé que hay una forma en la que puedes curarte de esos dolores...

-- Hablas mucho -- lo interrumpió él.

-- Además de amargado eres maleducado. No se interrumpe de esa forma a alguien cuando habla. -- soltando un suspiró qué hizo mover los mechones de pelo qué descansaban en su frente -- Como te decía, para el dolor de corazón existe una cura mágica -- mirándo la espalda de Minho con una sonrisa.

Pequeño Mago《MINSUNG / CHANGLIX》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora