Sangre, Sudor y Esperanza

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Cut me open with a sequin knife

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Max caminaba por los pasillos de la prisión, flanqueado por dos guardias que lo sujetaban con fuerza. A medida que avanzaban, los soldados del ejército del reino, las boinas rojas, se apartaban para dejarlos pasar.

Los ojos de Max se encontraron con los de sus antiguos subordinados, quienes ahora lo miraban con desprecio y odio. Algunos escupieron en el suelo frente a él, mientras que otros lo insultaban con palabras crudamente.

—Traidor —le gritó uno de ellos.

—Cobarde —dijo otro.

Max sintió un dolor profundo en su corazón. Estos hombres habían sido suyos, habían luchado junto a él en batallas, habían compartido momentos de victoria y derrota. Y ahora, lo veían como un traidor.

Pero no todos compartían ese sentimiento. Algunos de los soldados, aquellos que habían sido leales a Max, lo miraban con decepción y tristeza.

El rey, enfurecido por la traición de su hijo, había ordenado que Max fuera sometido a tortura para que revelara la ubicación de Elian. Los guardias habían utilizado todos los métodos posibles para quebrar la voluntad de Max: golpes, quemaduras, privación de sueño y comida.

Durante días, Max había resistido, pero el dolor y la fatiga habían comenzado a debilitarlo. Sus ojos estaban hinchados, su piel estaba llena de heridas y su cuerpo estaba cubierto de moretones.

Max se sentó en el suelo de la celda, rodeado de sombras y silencio. La ropa que vestía, la misma que había usado en la gala, ahora estaba rasgada y manchada de sangre y suciedad. No sabía cuántos días habían pasado desde su captura, pero los interrogatorios constantes le habían dado una idea de que aún no habían atrapado a Sergio.

De repente, escuchó pasos fuera de la celda. La puerta se abrió y el rey entró, su rostro enrojecido por la ira. Se levantó con dificultad pues su cuerpo estaba débil y los pesados grilletes que abrazaban sus pies y manos no hicieron nada más fácil.

Vio a su padre entrar a la zona del calabozo con claro desprecio en sus ojos, no le sorprendía que el hombre estuviese del color de un rubí, lo que su no esperó fue la mano de su padre impactando contra su rostro.

—Eres una puta decepción, Emilian —escupió con odio mientras Max sentía el aire salir de su cuerpo; la mano de su padre aprisionaba su garganta —No puedo creer que llamaba hijo a un impuro.

—Padr...

Intentaba hablar, pero el aire no le daba para mas —¡No me llames así! —reforzó el agarre, Max sentía cómo se desvanecía poco a poco y al final dejó caer sus manos en signo de rendición.

Cayó al suelo pues el rey lo había soltado y sintió como su alma regresó a su cuerpo. Tomaba bocanadas de aire con desesperación tratando de recobrar lo poco que le quedaba de dignidad.

Su padre de dio tiempo de recuperarse y cuando Max sintió un poco de sus fuerzas regresar en si y también sintió la presencia de alguien más.

Daniel le veía con tristeza, con compasión —Max... —agregó en un susurro.

El rubio no podía gesticular palabra alguna o pues no tenía la fuerza suficiente y aún buscaba obtener aire desesperadamente.

Lo vio con pena, solo pudo tragar saliva mientras acariciaba su garganta. Agachó la cabeza pues estaba totalmente apenado con Daniel y era más que obvio que ya sabía todo lo que su corazón sentía.

BLACK MAGIC | CHESTAPPEN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora