2. Juramento

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—¡Señor! ¡Señor! —exclamaron los caballeros heridos al entrar al salón del trono—. ¡El enemigo logró traspasar las murallas!

Se detuvieron en seco a mitad de camino. Una criatura humanoide —ni un troll ni un ogro, sino algo por completo diferente— devoraba los restos de uno de sus compañeros, a juzgar por la armadura que yacía desparramada en la escalinata. El crujido de las astillas de huesos y el sonido pegajoso de la carne al ser masticada producían una mezcla intolerable. La tropa se encontró incapaz de tomar las armas contra aquel engendro que, al verlos, se detuvo.

—¿Qué pasa?

La imagen del rostro deforme, con las mandíbulas desencajadas, la boca llena de vísceras medio deshechas, hizo que varios caballeros desviaran la mirada; uno de ellos se dio vuelta para vomitar.

—¿Qué? —volvió a preguntar Su Majestad—. Me habéis hecho un juramento de lealtad. Y eso incluye saciar mi hambre.


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