Lo que le molestaba a Lucio no era que su sombra se moviera, por supuesto, sino que lo hiciera de una forma antinatural: una ligera inclinación de cabeza, un tamborilear fugaz de los dedos de la mano derecha... Aunque, en realidad, no estuvo seguro de que estas impresiones fueran reales o no —porque apenas llegaba a notarlas por el rabillo del ojo— hasta que su sombra tomó del cuello a la del carterista que le acababa de birlar su monedero, para obligarlo a detenerse y devolver lo robado.
Esa hazaña fue lo más espectacular del día; en su conjunto, las buenas acciones de la sombra convencieron a Lucio de que el conjuro de protección que había hecho la noche anterior había dado los resultados que esperaba, después de todo. Satisfecho con el éxito obtenido, pensó que, por fin, su vida estaba encaminada.
Esa noche se fue a dormir con la tranquilidad de que el día siguiente sería mejor, y el siguiente, mejor que aquel. Sin embargo, no contaba con que, apenas la oscuridad de la noche cubrió la pequeña habitación en la que vivía, la sombra crecería a su alrededor hasta envolverlo y consumirlo por completo.
Había olvidado que conjurar a una entidad siempre implica dar algo a cambio.
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No leas en voz alta
FantasyRelatos de fantasía para el reto Writober 2024 organizado por el perfil @escritoresguardianes en Instagram :)