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Parte 1

Lian no dejaba de moverse por el pasillo, con el ceño fruncido mientras Nat, sentado en una de las sillas, balanceaba sus pies. Nunew sonó la nariz de Yeji.

—¿Cuánto puede tardar? —preguntó Lian, un poco demasiado fuerte.

—Media hora, Lian. Kuea entró hace diez minutos —contestó Nunew.

Lian no parecía satisfecho con la respuesta, pero decidió callar. Su hermano menor tampoco se veía muy convencido en ese lugar, sin embargo, no dijo algo. Mamá parecía demasiado concentrado en que Yeji estuviera bien, considerando que acababa de salir de un resfrío demasiado fuerte.

Recién dos días atrás el resfrío de Yeji pareció amainar un poco, al igual que el doloroso celo de Nunew. El omega tuvo que reprimir esos días de calor para cuidar de su pequeña cachorrita, y se notaba en esas marcadas ojeras que le había cobrado la cuenta. Ese día fueron todos al hospital donde Nunew pidió las horas para el psicólogo con sus cachorros, y Kuea fue quien quiso ir primero.

—Deberíamos haber entrado todos juntos —volvió a decir Lian.

El mayor lo pensó también, pero luego decidió que no era una buena idea. Si el psicólogo les preguntaba algo sobre su padre, los tres dirían cosas distintas y se pondrían a discutir. Primero quería una opinión general del hombre y recomendaciones para ir con un psicólogo especialista en terapia familiar. Si debía pagar por ello, Nunew estaba dispuesto a hacerlo.

—Lian, no seas tan sobreprotector —dijo Nunew, con voz suave—, Kuea estará bien.

—Pero mamá...

—¡Deja de pasearte! —habló Nat—. Pones nervioso a mamá, y de paso a mí.

Lian arrugó los labios en clara señal de estar en desacuerdo, pero terminó por ceder. Yeji estornudó y Nunew volvió a limpiarle la naricita.

—Deberías descansar, mamá —dijo Lian repentinamente—, mañana podría faltar al colegio mientras tú duermes, y yo cuido de Yeji.

—Li... —suspiró Nunew—, no es necesario, de verdad. No es la primera vez que debo cuidar de un niño enfermo —sonrió de lado—. Tú también eras muy enfermizo cuando cachorrito, te la pasabas en cama.

—Fingía —replicó Lian—, para quedarme contigo y que me cuidaras.

Nunew soltó una risa ante la confesión mientras que Nat arrugó el ceño.

—Claro que lo sabía —el omega le pellizcó la mejilla a su hijo mayor—, a tu padre le hacía mucha gracia como fingías para quedarte conmigo.

Lian puso mala cara ante la mención de Zee, pero no dijo nada porque su hermano menor le dio un codazo en el costado. No pasó desapercibido para Nunew, sin embargo, agradeció el gesto silenciosamente.

—Estaba celoso de Nat y la atención que le dabas —admitió Lian, haciendo un puchero.

—Todos estaban celosos de Natie —dijo Nunew—, hasta tu padre.

—Soy demasiado adorable y merezco atención —saltó Nat, orgulloso.

Mientras, al otro lado de la puerta, Kuea miraba por la ventana, en tanto el alto hombre escribía un par de cosas en su cuaderno. Se había presentado como Steven Fox, un alfa de piel oscura, cabello negro y ojos cafés. Cuando hablaba, sus dientes blancos brillaban con fuerza.

¿Cómo definirías la relación con tus padres? —preguntó Steven, tranquilo y recostándose contra la silla.

A Kuea se le hacía algo extraño que el psicólogo fuera un alfa. Primero, porque en Tailandia la carrera de psicología era un área poco explorada, y segundo, porque si se estudiaba, solía ser liderada por omegas de familias privilegiadas que podían pagarla. Steven se veía relajado, amable y confiable.

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