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(Advertencias: los diálogos en inglés estarán en cursiva. Además, hay tres tiempos de narración: Nunew del presente, Nunew del pasado y Zee)

Parte Tres: Invierno

¡Vamos, Nat, con más fuerza!

El omega tomó una respiración profunda ante el grito del entrenador, sintiendo el sudor caer por su espalda y su rostro, y trató de pegar con todas sus fuerzas en la colcha que el alfa sostenía. Soltó un grito, elevando su pierna derecha en una patada lateral, sintiendo el momento exacto en el que su pie conectó con el cuerpo del adulto.

¡Bien, así me gusta! —gritó el entrenador Williams—. ¡Bien hecho, chico!

Nat sintió sus mejillas coloradas ante el halago, haciendo una inclinación de noventa grados a pesar de que todos sus profesores le decían que no era necesario.

Gracias, entrenador —respondió Nat, sonriendo con vergüenza por su torpe inglés.

Sin embargo, el adulto no lo tomó en cuenta ni hizo amago de burla por eso, despidiéndolos. Nat caminó hacia las gradas del gimnasio, viendo a Max sentado allí, al lado de su mochila. Lo miró con el ceño fruncido.

—¿Feliz de verme? —dijo Max, sonriendo de forma encantadora.

—¡No! —mintió Nat, un poco enfadado, pero también contento de ver al alfa— ¿Me esperaste todo este tiempo?

—¡Por supuesto! —respondió Max—. Quería llegar antes que...

—Aléjate de mi hermanito o te romperé el culo —amenazó una voz recién llegada.

Nat sonrió al reconocer el tono de Kuea, que venía saliendo del taller de fotografía. Pronto se les uniría Lian, que debía haber acabado también su taller de baile contemporáneo.

Max levantó las manos con inocencia.

—Que violento, Kuea —dijo el alfa, sin perder el encanto—. Le decía a tu hermano que estuvo increíble en el entrenamiento de hoy.

—¡Fue genial! —apoyó Nat, entusiasta—. ¡No puedo esperar a que sea el campeonato! El entrenador dice que, si sigo así, ¡tengo muchas probabilidades de ganar!

Kuea sonrió al ver la felicidad en los ojos del omega.

—Eso es bueno —apoyó Kuea—, pero ¿te irás a bañar o nos iremos a casa contigo apestando a pescado?

—¡Qué pesado eres! —Nat le sacó la lengua, agarrando su mochila. Antes de correr a los camerinos, sin embargo, se volteó hacia Kuea y Max—. Me van a esperar, ¿cierto?

Su hermano mayor pudo sentir su sonrisa tensarse.

—Por supuesto, Natie.

El niño no tardó en correr hacia los baños.

—¿Le sigue doliendo la marca?

Kuea se volteó hacia Max, que seguía mirando la puerta por la que Nat desapareció. Quiso decirle algo grosero, acostumbrado a eso, sin embargo, pensó en la noche de hace varios días. Su hermano menor se estuvo rascando la cicatriz de la marca con fuerza en señal de incomodidad.

—Le seguirá doliendo hasta conseguir otra marca —contestó Kuea, sacudiendo su cabeza.

—¿Puedo...?

—Ni se te ocurra —gruñó Kuea—. ¡Pervertido!

Max se rió, apenado.

—De verdad me gusta.

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