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Parte 2

Unos minutos después, ventiló la casa para que el olor de Suran desapareciera, echando incluso un desodorante ambiental por si acaso. No fue necesario que lo conversara con Nat, porque él sabía que su cachorrito se quedaría callado.

Mirando el boleto de avión que su amiga le regaló, lo escondió en las cajas de zapatos que Nat conservaba, dentro del armario de su hijo menor. Zee no tendría motivo alguno para mirar allí, ¿cierto? Revisaba las cosas de Nunew constantemente, buscando pastillas anticonceptivas que él pudiera haber ocultado, pero ¿por qué miraría en las cosas de sus hijos?

No quería botarlo, a sabiendas de que Zee jamás le permitiría viajar con Suran. Pero tenerlo allí se sentía como una especie de débil esperanza a la que aferrarse, aun cuando no pudiera viajar por dos simples motivos: el primero, porque no podría dejar a sus hijos, y el segundo -y más importante-, debido a que como omega, necesitaba la autorización de su alfa para salir del país. Zee jamás firmaría esos papeles, por mucho que Nunew le rogara.

Para su propia fortuna, al llegar Zee, no percibió nada raro. Y si notó sus ojos enrojecidos y algo hinchados por el llanto, no hizo pregunta alguna. Ese día, como regalo, le llevó un peluche de gatito, que Nunew recibió con una sonrisa trémula.

- Lo vi y me acordé de una de nuestras citas - dijo Zee, sonriendo con cariño al ver a Nunew acomodarlo sobre el velador -. ¿Recuerdas el primero que te regalé?

Sin poder evitarlo, el omega se vio con años menos, tan joven e iluso, aceptando todas las citas de Zee porque no quería perderlo, a pesar de no estar tan seguro sobre muchas cosas. Zee era algo pegajoso y meloso con él, pero Nunew no podía evitar derretirse porque nunca un alfa le trató de esa forma. Era muy agradable tener a alguien que le quisiera así.

Así que fueron al cine una vez, y al salir, Nunew se pegó a la máquina de peluches que estaba pegada a la pared, mirando el peluche de gatito. Sacó unas monedas, comenzando a jugar y enfadándose tanto al ver que no lograba capturarlo, hasta que pateó la máquina.

Zee se rió, abrazándolo por la cintura, impregnándolo en su aroma.

- Te lo sacaré yo - dijo el alfa, con su rostro todavía algo aniñado que Nunew encontraba muy atractivo y tierno-. ¡Pero si gano, me deberás dar cien besos!

- No podrás hacerlo - refunfuñó Nunew, manoteándolo.

Costó demasiado, Zee gastando el resto de dinero que tenía pensado usar para invitar a Nunew por un helado. Luego de treinta y nueve intentos, logró sacarlo, entregándoselo al omega con una sonrisa modesta.

- Me quedé sin dinero para nuestros helados -se quejó al salir del cine, con Nunew abrazando el peluche, y el brazo de Zee sobre sus hombros.

- No importa -Nunew se sentía tan feliz, ¿acaso no tenía un alfa grandioso?-, te debo cien besos, tonto.

Zee se rió, de repente feliz también.

Pero ese Zee desapareció, así como ese Nunew también. La mandíbula de su esposo se fue endureciendo con el pasar de los años, su mirada tornándose cansada, imponiéndose ante los descaros de Nunew. Él, en cambio, abrió los ojos y se dio cuenta de que la realidad no era tan sencilla como pensó, y que el amor se marchitaba como una flor descuidada, hasta que ya no había remedio alguno.

- Lo recuerdo -dijo Nunew, agarrando el pijama para ir al baño.

Sin embargo, Zee lo detuvo, tomándole el brazo.

- No tienes qué cambiarte allí, mi amor - dijo el alfa, su voz tierna y amable, aunque para Nunew no importaba ese tono, porque el humor de su esposo podría cambiar en cualquier instante -. Soy tu marido, no es como si no te hubiera visto desnudo antes.

🐺FOUR SEASONS🐱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora