Capítulo 5

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Max se sentó en el bar frunciendo el ceño ante su teléfono

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Max se sentó en el bar frunciendo el ceño ante su teléfono. Su padre había llamado dos veces, Bottas había enviado un mensaje de texto preguntando si había habido algún problema y la agente especial a cargo Montero había dejado un correo de voz pidiendo una actualización. Quería enviarles un mensaje grupal a todos: No. Simplemente no.

La camarera deslizó su ensalada frente a él.

—¿Puedo conseguirte otra, cariño? —Le hizo señas con la cabeza hacia su ginebra casi vacía aunque él la había ordenado hacía unos minutos.

—Seguro ¿Por qué no? Gracias. —Max cerró el ojo en un guiño por hábito y ella le mostró su hoyuelo. Forzado, calculado. Nada cerca de alcanzar sus ojos, lo que lo evitó solo lo suficiente para desalentar una conexión pero no una propina. Ella era bonita, con piernas largas y cabello largo que se balanceaba hacia adelante para cubrir su pecho. Él la había observado leerlo en el momento en que se sentó. De fuera de la ciudad, en sus veinte y tantos, insatisfecho con su día, receloso y con energía ansiosa hirviendo su sangre. Un hombre con algo que demostrar y nadie con quien demostrarlo. Una apariencia fea y peligrosa. No la culpaba por alejarse de él con cautela. A él tampoco le parecía atractivo en los hombres.

Max intencionalmente suavizó sus ojos y relajó su mandíbula.

—En realidad, no importa. ¿Puedes cambiarme eso por un té helado?

Ella regresó a la cocina y Max volvió a estudiar su teléfono. Sin ese segundo trago no le estaría respondiendo a su padre esta noche.

Especialmente no tan tarde.

Para cuando se registraron en el motel, eran más de las nueve y Max había considerado quedarse en su habitación escasa pero limpia e irse a dormir. Había sido un día condenadamente largo y si los sueños realmente fueran la forma en que el cerebro resolvía la mierda, quería comenzar a soñar lo antes posible. Lamentablemente un día completo había conducido a un estómago vacío.

Se suponía que debía comer comidas pequeñas con frecuencia durante todo el día para permitir que su intestino delgado acortado absorbiera la cantidad necesaria de nutrientes, pero era difícil de hacer cuando estaba de viaje. Max no quería llamar la atención sobre sí mismo como débil o, Dios no lo quiera, deteniendo todo para poder comer algo cuando faltaba un chico. Sus entrañas solo tendrían que lidiar con ello.

Pero ahora, con el estómago adolorido y la cabeza palpitando, Max se había acercado a la calle principal de la ciudad en busca de alimentos a poca distancia. El Bear's Den había sido el único lugar abierto.

Los letreros de cerveza iluminados en las lúgubres ventanas llamaban como un oasis en el desierto y su ensalada: un menjunje de arándanos, nueces pecanas, queso de cabra y espinacas, superó las expectativas. De acuerdo, sus expectativas habían sido extremadamente bajas. Esperaba que las expectativas de Montero fueran igualmente bajas. Esa era la única forma en que podría impresionarla.

The Wolf at the Door | Chestappen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora