Capítulo 16.

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A pesar de los refuerzos, no se encontró nada de utilidad en la propiedad de Baker y a pesar de los mejores esfuerzos de Max, no tuvo la oportunidad de hablar con Pérez acerca de sus sospechas de que alguien había intentado matarlo

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A pesar de los refuerzos, no se encontró nada de utilidad en la propiedad de Baker y a pesar de los mejores esfuerzos de Max, no tuvo la oportunidad de hablar con Pérez acerca de sus sospechas de que alguien había intentado matarlo.

Cada vez que lograba llamar la atención de Pérez, él inmediatamente apartaba la mirada, y cuando Max trataba de conseguir que estuviera solo, él salía corriendo. O lo que sea que fuera el equivalente a salir corriendo de Pérez. Deslizarse con gracia a otra parte.

Sergio. Sergio Pérez.

Le quedaba bien. O más bien, era inesperadamente gentil, refinado y dulce, y eso le quedaba bien.

Max se dio cuenta de que estaba sonriendo para sí mismo mientras revisaba la caja de herramientas de Baker y se detuvo rápidamente. El BIE tenía dificultades para mantenerse al día con las apariencias sin que los lugareños lo vieran sonriendo por las posibles herramientas de tortura de un asesino en serie. Hablando de mala prensa.

Finalmente logró acercarse a Pérez mientras estaba agachado y examinando los neumáticos de la motocicleta de Doohan.

—¿Encontraste algo?

Pérez se sobresaltó, girando en la tierra. Su rostro solo se relajó por un segundo cuando vio que era Max antes de tensarse en una expresión neutral y distante.

—¿Me las arreglé para acercarme sigilosamente ? —bromeó Max, tratando de ignorar la sensación nauseabunda de rechazo burbujeando en sus entrañas—. ¿Qué le pasó a esa nariz de sabueso?

Pérez espetó:

—No es como si olfateáramos todo, todo el tiempo. No soy un perro en realidad, a pesar de lo que piensas. A veces estoy ocupado haciendo otras cosas. A veces incluso pensando.

—Vaya. Está bien. —¿De dónde vino eso?—. No quise decir...— Como siempre, Max no pudo ordenar las palabras correctas para disculparse. Ni siquiera estaba seguro por lo que se estaría disculpando—. Escucha, he estado tratando de conseguir que estuvieras solo. Necesito hablar contigo sobre algo...

Pérez se sacudió las manos y se levantó.

—No es necesario. Lo entiendo. No estabas pensando con claridad. Estabas asustado. No te preocupes por eso. —Una mueca cruzó por su
rostro—. No le voy a decir a nadie.

Max parpadeó. ¿Qué...?

—¿Tú... estás hablando de, eh...? —¿El beso? proveyó su cerebro. ¿Pero era eso exactamente lo que había sido? La vez que chupé el dorso de tu mano era más preciso pero no muy atractivo—. ¿...la cosa? —terminó débilmente, pero Pérez ya estaba retrocediendo.

—No espero nada. Ya está olvidado —dijo Pérez, y se retiró.

Max lo vio caminar hacia la casa y ser llamado por un uniformado que parecía hacerle una pregunta. Pérez se volvió y señaló a Max.

The Wolf at the Door | Chestappen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora