Balanza

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Acostada en mi habitación del hotel, intenté conciliar el sueño sin mucho éxito. Después de horas intentando dormir, renuncié a mi lucha y me levanté para ver qué estaban haciendo los demás.

Sentí energía en las paredes y me di cuenta de que Alejandro estaba despierto. El ruido de sus pensamientos me bombardeaban, sus emociones comenzaron a afectarme y yo sentí la misma intensidad de insomnio que él tenía.

No había gente en el piso. Supuse que Raphael había salido o aún estaba en el evento, Alejandro y yo éramos los únicos que ocupábamos este piso. Él seguía dando vueltas, incapaz de estar en calma, la falta de sueño me estaba golpeando como a él.

Me puse mi bata y la anudé con fuerza alrededor de mi cintura. Me sentía ansiosa por no poder dormir, abrí la puerta de mi habitación y comencé a avanzar por el pasillo.

Estaba frente de su habitación, estaba a punto de tocar cuando la puerta se abrió y vi a Alejandro. Me quedé sin respiración, su mirada me había dejado tensa y cuando me di cuenta, estaba contra su pecho y nos besamos.

Me tomó y me llevó rápidamente, cerrando la puerta de un portazo detrás de nosotros. Sentí mi corazón latiendo a toda velocidad, mis brazos se tensaron en torno a su cuello y él me tomó con fuerza.

Nunca había sentido mi fuerza tan intensa como esa noche. Lanzamos escritorios y todos los objetos de la habitación. Alejandro me rodeó con sus brazos y me besó.

Sentí un escalofrío cuando me acordé de la vez que Alejandro había estado de mi habitación cuando era adolescente. Pude sentir su fuerza en mi cuerpo y en mis pensamientos, lo mismo que había sentido hace años. 

Nos buscábamos desesperadamente, nuestros brazos se deslizaban rápidamente.

Con fuerza, le di un empujón hacia la cama, rompiendo el marco de madera. Nos miramos con risa mientras nuestras respiraciones se hicieron más rápidas y profundas.

Alejandro se acercó y con suavidad quitó la bata de mi cuerpo. Sentí una intensidad que me dejó sin aliento y tuve que cerrar los ojos para no ahogarme en la falta de aire.

Estábamos en el momento de tomar un paso más pero de pronto me empezó a doler el cuerpo. Se trataba de un dolor insoportable que casi me hizo gritar. Separé mi cuerpo y la sensación se intensificó aún más.

Mi cuerpo se tambaleó y estaba por caer pero Alejandro me tomó en sus brazos. Pude sentir su fuerza al apretarme contra su pecho, manteniéndome a salvo de mi desesperación.

Grité, sintiendo ardor en mis ojos. Me acerqué al espejo y vi que mis ojos volvían a ser de color verde, no los había visto desde que estaba viva.

Podía sentir una taquicardia y un temblor que me invadió. Miré a Alejandro y le dije: -¿Qué pasa?.-

Alejandro me acarició el rostro y comenzó a decir: -Estás tibia.- Y me miró confuso.

-Llévame a mi habitación.- Le pedí y todo se volvió negro al instante.

Cuando mis ojos se abrieron, estaba acostada en mi cama, habían pasado unas horas, era muy extraño.

Me levanté y comencé a examinarme en el espejo. Mi tez era tibia al tacto y mis ojos eran verdes.

Sentí su presencia en la habitación, giré mi cabeza y me volví para mirar fijamente a Alejandro: -Necesito cazar, ahora.- Le dije, sintiendo como mis dientes se afilaban.

Corrí junto a Alejandro a través del bosque, con mi vista fija en el objetivo. Mis ojos se habían vuelto totalmente verdes, podía ver claramente en la oscuridad.

Metamorfosis Donde viven las historias. Descúbrelo ahora