RECLAMO

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Pov Aegon Targaryen


Me encontraba en una de las terrazas altas del castillo, con la vista perdida en los tejados de Desembarco del Rey. El aire estaba cargado de un calor sofocante, típico de la ciudad, pero su mente estaba ocupada en otra cosa: Elaena, cuando el eco de unos pasos resonó en los pasillos de la Fortaleza Roja. Conocía lo suficiente para saber quién era. Me acerqué más al pasillo, ocultándome tras una columna, y vi a mi madre, caminando con el rostro desencajado de ira. Parecía no ver nada a su alrededor, completamente dominada por la rabia, su vestido ondeando tras ella mientras avanzaba como un huracán por los corredores del castillo. Mi madre se dirigía con furia contenida hacia los aposentos de Rhaenyra, y aunque no sabía exactamente qué la había enfurecido esta vez, estaba claro que algo grave había ocurrido.

Al llegar, madre empujó la puerta sin siquiera anunciarse, entrando como un torbellino en la habitación.

- ¡Esto ha ido demasiado lejos, Rhaenyra! - tronó la voz de madre desde el interior. Podía imaginar la expresión de Rhaenyra y de mi madre - He visto lo que pasa entre Luke y Aemond... ¡Tus hijos están corrompiendo a los míos!

Cuando escuché tal reclamo apreté los dientes. Aemond. Maldito Aemond. No podía ser más cuidadoso, pensé. Ahora todo se complicaría.

-No estoy segura de a qué te refieres, Alicent- respondió Rhaenyra, tratando de mantener la calma- Si hay algo que deba...

Pude oír el bufido de furia de mi madre, su voz temblaba por la emoción contenida.

-Lo vi con mis propios ojos, Rhaenyra. ¡Besos! ¡Entre ellos!

Contuve la respiración, incapaz de procesar de inmediato lo que había escuchado. ¿Luke y Aemond? ¿Qué clase de locura era esa? Las palabras de su madre resonaban en su cabeza. La relación entre Aemond y Luke era peligrosa.

Dentro de la habitación, la voz de Rhaenyra sonaba más tranquila, aunque teñida de preocupación- Alicent, por favor, cálmate. Esto no es como tú piensas. Son solo jóvenes que...

- ¡No quiero escucharlo! - cortó Madre bruscamente- No me importa lo que intentas justificar. Quiero que te marches de Desembarco del Rey. Tú y tus hijos. No me importa el estado de salud de Elaena. No me importa qué excusas pongas.

Mi corazón comenzó a latir con fuerza. ¿Marcharse? ¿Alejarse? Sentí como si el suelo bajo mis pies se desmoronara. No podía permitir que su madre los llevara lejos, especialmente a Elaena. No ahora que había comenzado a entender lo que sentía por ella. Cada latido de mi corazón estaba envuelto en ansiedad, la sensación de que algo terrible estaba a punto de suceder.

Dentro de la habitación, la discusión continuaba, pero ya no podía escuchar claramente las palabras. Solo sentía el peso de lo que estaba por venir, el alejamiento inevitable, la separación de Elaena y la certeza de que madre no cambiaría de opinión. Una ansiedad opresiva me envolvía, combinada con un creciente enojo.

Con un último vistazo hacia la puerta entreabierta, me alejé, caminando con paso firme pero cargado de rabia contenida. Sabía exactamente adónde debía ir. Aemond. Aemond tenía que pagar por esto.

Los pasillos del castillo parecían más oscuros y más silenciosos de lo habitual mientras me dirigía hacia los aposentos de Aemond. Cuando llegue, no me molestó en llamar. Simplemente empuje la puerta y entre bruscamente.

Tal como me esperaba, Aemond estaba allí, sentado junto a Helaena. Ambos levantaron la vista hacía mí, cuando irrumpí en la habitación. Aemond con la mirada tranquila que contrastaba violentamente con mi torbellino de emociones.

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