Capítulo 14

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A las tres en punto, no encontré a mi impronta en la cama. Un pánico irracional se apoderó de mí, y sin pensar, bajé las escaleras de dos en dos hasta la planta baja. Lo que encontré fue inesperado: Alistair, el vampiro de ojos rojos, de pie junto a la puerta de cristal, mirando en la distancia. Cuando me vio, se giró lentamente, casi con un aire paternal que me incomodaba profundamente.

—No quiso molestarte —comentó con desgano, como si estuviera obligado a decirlo—. Le dolía el estómago y decidió salir a tomar aire fresco.

—Ella no es cualquier chica, chucho mugroso —añadió, su voz cargada de esa acostumbrada superioridad.

Gruñí suavemente, sintiendo cómo mi irritación iba en aumento, pero conteniéndome.

—No hace falta que me lo digas. Sé muy bien quién es. Es una gran mujer —respondí, mi voz cansada de tener que lidiar con sus constantes comentarios.

Alistair me observó en silencio durante un segundo más de lo necesario, y luego habló con una seriedad que no esperaba.

—No lo digo para atacarte. Ella es más inocente en este mundo de lo que crees. Tal vez hayas escuchado parte de su historia, pero no la conoces realmente. No tenía muchas riquezas ni placeres como los que tú das por sentados. ¿De verdad crees que podrás soportar su carga? —preguntó, sus palabras resonando más como una advertencia que como un reproche.

Sentí que el aire se volvía más pesado a mi alrededor. Su pregunta no me sorprendía, pero aun así me hirió profundamente. Miré a Alistair, sin dejar que viera la duda que me quemaba por dentro.

—Si ella me lo permite, haré todo lo posible para aligerar su peso, cada día que me quiera en su vida —respondí con firmeza, decidido.

Alistair dejó escapar una carcajada breve y amarga.

—Hablas como un niño inexperto. Hay cosas que ella tiene que enfrentar, cosas de las que no tienes ni idea. Y si te quedas ahí, paralizado, cada vez que pierda el control, no serás de ayuda para ella. —su tono era casi cansino, como si no estuviera convencido de mi promesa. Me miraba como si yo fuera débil, incapaz de protegerla.

Un gruñido bajo se formó en mi pecho, y pasé junto a él hacia la puerta, en busca de mi impronta. Pero antes de salir, me volví un poco hacia él, sin poder contenerme.

—No eres tú quien decide si tengo un lugar en la vida de Naribetzha. Ella es la única que lo hace. Y si no te caigo bien, ese es tu problema, no el mío —dije, mi voz cargada de desafío.

Alistair solo rió, esa risa seca que tanto me irritaba.

—Falta que lo demuestres, muchacho. La criatura de hoy fue solo el principio. Vendrán más, y cuando lo hagan, ¿qué harás para protegerla? ¿Qué harás si pierde el control otra vez? —preguntó con un tono irónico, antes de girarse y subir las escaleras, desvaneciéndose en el ático como de costumbre.

La furia me quemaba el pecho, y aunque quería ignorarlo, sus palabras resonaban en mi mente. **¿Y si tiene razón?** ¿Estaba realmente preparado para protegerla? Sacudí esos pensamientos y salí en busca de Naribetzha.

La encontré al aire libre, su figura delgada recortada contra el cielo, mirando en la distancia. Al acercarme, sentí cómo su presencia calmaba ligeramente la tormenta dentro de mí. Me detuve a su lado, y cuando me miró, sus ojos ambarinos me estudiaron con atención, como si pudiera leer todos mis pensamientos.

—No es mi intención pelear con él, te lo juro. Solo... no está en nuestra naturaleza llevarnos bien —murmuré, tratando de explicarme.

Naribetzha soltó un suspiro y negó suavemente con la cabeza.

Imprimación PeculiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora