Capítulo 7

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Ese día quedó marcado en mi mente, no solo por lo que ocurrió, sino por lo que entendí sobre Naribetzha y su profundo dolor. El doctor Cullen insistió en que debía descansar, pero mi impronta se resistía, alegando que el tiempo era lo que menos tenía. La forma en que sus ojos mostraban el miedo... Era como si viviera con la constante sensación de ser cazada. A pesar de eso, sabía que sus ganas de vivir no eran muchas, como si se hubiese resignado a que su vida no podía ser otra cosa que una huida constante.

La acompañé cada día a comer, tratando de hacer que recobrara un poco de fuerza. Ese fue el primer paso para conocer más de ella. Le gustaban los jugos de frutas naturales, pero descubrí rápidamente que el limón y el pomelo le provocaban náuseas. Lo que me sorprendió fue su reacción ante los postres, algo que jamás había experimentado. Fue gracias a Renesmee, o Renie, como Naribetzha la llamaba con cariño, que mi impronta descubrió ese pequeño placer. Ver a Naribetzha probar un trozo de pastel y sonreír por primera vez desde que la conocí fue un momento que guardé como un tesoro.

Parecía tan joven, tan feliz, como debía ser una chica de su edad. Era como si, por unos breves momentos, se hubiera liberado del peso que la perseguía. Pero ese alivio siempre era temporal. Cada noche la veía retorcerse en pesadillas que la devolvían a su cruda realidad. No podía imaginarme lo que era vivir con las imágenes de tu propia familia siendo destruida frente a tus ojos, sabiendo que, en su mente, todo había ocurrido por su culpa.

La relación que Naribetzha formó con Renesmee me hacía sentir bien. Renie la adoraba, siempre buscaba estar cerca de ella, y por momentos parecía que mi impronta se relajaba en su compañía. Pero no todo era paz en la casa de los Cullen. Rosalie, con su habitual actitud protectora hacia Renesmee, no veía con buenos ojos la presencia de Naribetzha. "Es un peligro para la niña, no deberíamos ayudarla", había dicho Rosalie en más de una ocasión, siempre con ese tono duro y cortante. Yo sabía que no era su culpa; Rosalie solo quería lo mejor para Renesmee. Pero escucharla rechazar a mi impronta, llamándola una carga y un riesgo, hacía que el lobo dentro de mí quisiera reaccionar.

Jacob lo notó también. Vio mis ganas de proteger a Naribetzha, y eso solo alimentaba la tensión en la casa. Lo peor fue ver cómo Renesmee, al escuchar los comentarios de Rosalie, rompía en llanto cuando Naribetzha decidió marcharse de la casa para no causar más molestias. Renie se sintió traicionada, y eso solo profundizó la grieta entre Rosalie y Bella. Incluso Edward se mostró incómodo con la situación, aunque no dijera mucho. Renesmee no quiso hablar más con Naribetzha después de eso, y aunque sabía que la niña estaba herida, me dolió ver cómo mi impronta se culpaba aún más, convencida de que su mera presencia solo traía problemas a quienes la rodeaban.

Desde entonces, el ambiente cambió. Incluso aquellos que al principio la veían con recelo, como Rosalie y Emmett, comenzaron a tener más compasión por ella. Pero eso no impidió que Naribetzha siguiera creyendo que era una carga. Día tras día se lo repetía, hasta el punto de que comenzaba a hablar de irse de nuevo, de seguir huyendo, aunque su cuerpo estuviera al borde del agotamiento.

En las noches, los gritos de Naribetzha rompían el silencio de la casa. Sus pesadillas eran tan vívidas que ni siquiera Jasper podía calmarlas del todo. Alistair, que solía mantenerse distante, sufría al verla así, sabiendo que, en el fondo, no podía hacer mucho para ayudarla. La pesadilla de ver morir a su gente, de sentirse responsable por la masacre, era algo que la carcomía por dentro. Yo sabía que no era su culpa, que todo había sido causado por los celos y la venganza de aquellos que la atacaron. Pero para Naribetzha, su vida estaba marcada por la culpa, y nada de lo que dijéramos parecía aliviar ese peso.

Me quedaba a su lado, cada noche, sin saber realmente qué decir o hacer para aliviar su dolor. Pero una cosa era segura: no la dejaría sola. Sabía que no podía salvarla de sus demonios internos, pero mientras estuviera conmigo, haría lo posible por ser su refugio, su ancla. Porque, aunque ella no lo supiera, no era una carga para mí. Era mi impronta, y yo haría lo que fuera necesario para protegerla, incluso de sí misma.

Imprimación PeculiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora