Capítulo 19

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Dos años han pasado desde aquella intensa y dolorosa liberación de la familia de Naribetzha, y mucho ha cambiado para ellos y para mí. La mejoría, aunque gradual, ha sido notable. El trauma sigue presente, pero ahora es como una cicatriz: un recordatorio de lo que vivieron, pero también de lo que han superado. Los padres de Naribetzha, Frankie y Reira, han ganado peso y recuperado algo de su color, y ya no los veo tan frágiles como cuando los rescatamos. Sus hijos también muestran señales de recuperación. Mela, Melody, Meia y Cody están mucho más fuertes, aunque la cautela y la desconfianza no han desaparecido del todo.

La cabaña que mi madre, Sue, les consiguió cerca del bosque en la reserva Quileute ha sido un refugio perfecto para ellos. Está lo suficientemente aislada como para que puedan disfrutar de la tranquilidad que necesitan, pero también lo bastante cerca como para que puedan interactuar con el mundo cuando se sientan listos. Es amplia, rústica, y rodeada de naturaleza. Los hurones han encontrado su lugar aquí, estirando las patas con más frecuencia y cazando con más libertad. Los inviernos han sido duros, pero la familia ha soportado cada uno de ellos con fuerza, recuperando poco a poco su vitalidad.

Naribetzha... bueno, ella sigue siendo la luz que guía a su familia. A pesar de todo, ha mantenido su postura fuerte y protectora, siendo quien los sostiene emocionalmente. Para mí, verla florecer ha sido un privilegio. Pero mi cercanía no ha pasado desapercibida.

Los hermanos de Naribetzha han comenzado a notar lo evidente: mi constante presencia, mi protección hacia su hermana mayor, y cómo siempre estoy ahí, vigilante. Hace unas semanas, Cody, el mayor, me apartó para una conversación privada. No fue hostil, pero sí directo.

—Seth, ¿qué pasa entre tú y Naribetzha? —preguntó, sus ojos bicolores fijos en mí. Sabía que no podía evadir la pregunta más tiempo.

Suspiré profundamente, sabiendo que este momento llegaría. No podía seguir ocultando la verdad por mucho más. Naribetzha había evitado contarles a su familia acerca de nuestra conexión, no porque estuviera avergonzada, sino porque quería que sanaran antes de enfrentarse a algo más. Pero ya habían pasado dos años, y las sospechas estaban sobre la mesa.

—Es complicado, Cody —le respondí con honestidad—. Pero creo que ya es hora de que lo sepas. Yo... estoy imprimado de Naribetzha.

Los ojos de Cody se ensancharon levemente, pero no dijo nada al principio. Era un hombre reservado, pero sabía que comprendía el concepto de la imprimación. Los Quileute y los hurones compartían historias similares en sus respectivas culturas. La imprimación no era desconocida para ellos, pero la intensidad de la conexión sí lo era.

—¿Y ella lo sabe? —preguntó, su tono firme pero sin juicio.

—Sí, lo sabe. Lo hemos sabido desde el principio. Pero ella no quiso decírselo hasta que estuvieran más recuperados. No quería cargarles con más preocupaciones. —Lo miré directo a los ojos—. La amo, Cody. No la presiono, ni la forzo a nada. Solo estoy aquí para protegerla y cuidar de ella, lo que sea que necesite.

Cody asintió, comprendiendo. Después de esa conversación, se lo contó a sus hermanas y a sus padres. Al principio, hubo un silencio incómodo entre todos, pero con el tiempo, la tensión desapareció. Frankie y Reira, aunque algo sorprendidos, agradecieron que hubiera sido respetuoso con su hija y que no la hubiera presionado. La privacidad se convirtió en un nuevo aspecto de nuestras vidas, permitiendo que Naribetzha y yo tuviéramos más momentos para nosotros sin que la mirada protectora de su familia estuviera siempre sobre nosotros.

A partir de ahí, las cosas entre Naribetzha y yo comenzaron a cambiar. Podía ser más romántico, más abierto con mis sentimientos, y ella empezó a corresponder de manera más evidente. No era de muchas palabras, pero sus acciones lo decían todo. A menudo, después de cazar o de compartir una comida con su familia, se transformaba de nuevo en humana y venía a mi lado. Nuestros momentos de soledad se hicieron más frecuentes. Paseos bajo la luna, conversaciones junto al fuego, y pequeños gestos que hablaban más que las palabras.

Imprimación PeculiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora