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Mamá está agitada y con el rostro enrojecido

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Mamá está agitada y con el rostro enrojecido. Ella se acomoda sus cabellos despeinados detrás de sus orejas y dos líneas se forman entre sus cejas, mientras le mira al Diablo y luego a mí.

—¿Desde cuándo metes a chicos en tu cuarto, Keira?

—No es lo que parece.

—¿No? Entonces, ¿qué se supone que es?

Me quedo mirándola, sin saber qué responderle.

Papá husmea detrás de ella, echa un breve vistazo al interior, niega con la cabeza y regresa a su recámara.

—Respóndeme —insiste.

El Diablo se para junto a mí y empiezo a morderme los cueritos del labio inferior. Él le extiende una mano colmada de estrafalarios anillos con grandes gemas rojas y negras a mamá y se me va la respiración cuando empieza a hablar:

—Buenas noches... o buenos días, señora Donohue —dice el muy desgraciado—, es un placer conocerla. Soy Angel Burns. Pensé que Keira le había comentado algo sobre mi estadía. Ella me invitó a pasar la noche aquí.

Mamá aprieta la mano del demonio y me hago la desentendida.

—Pues no, ella no me ha mencionado absolutamente nada, Angel —responde ella, me mira y, por la expresión de sus ojos, sé que está muy molesta—. Vamos abajo, Keira, por favor.

—Sí, mamá.

Ella se da la vuelta y sale del cuarto. Regreso para ver al Diablo sobre mi hombro y el muy desgraciado se muerde su labio inferior, sonriendo como todo un canalla y alzando ambas cejas. Le hago una mueca, y él me manda un beso volado. Sigo a mamá a la sala y me siento en el sofá junto a ella.

—¿En qué estabas pensando? —me pregunta, unas delgadas líneas se dibujan alrededor de las comisuras exteriores de sus ojos—. ¿Si se puede saber?

Respiro profundamente y pienso en qué cuento meterle.

—Él es el jefe de proyecto de la salida de campo y...

—A mí eso no me importa —interrumpe mamá.

—Déjame terminar de explicarte.

—Más te vale que tengas una muy buena razón para haberme faltado al respeto así.

—Ya, pero escúchame.

—Habla rápido, pues.

—Angel es estudiante de maestría y se quedó hasta tarde en los acantilados y no tenía dónde pasar la noche. Me escribió bastante tarde, pidiéndome de favor que le dé estadía en casa y no le pude decir que no. Él me ha ayudado mucho. Perdón.

—Debiste haberme pedido permiso con anticipación.

—Lo sé, pero ustedes ya estaban durmiendo. Mañana a primera hora se va.

Rosas Negras y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora