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Algo apurada, salgo de la ducha y me pongo el glamoroso vestido rojo que Alsandair me regaló

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Algo apurada, salgo de la ducha y me pongo el glamoroso vestido rojo que Alsandair me regaló.

Con cuidado de no desgarrar al fino encaje, lo igualo con la seda de abajo. Es tan bello y fino que la cola cae sobre el suelo, como una delicada cascada de rubíes.

Miro al anillo que el demonio me puso. Según él, la rosa me protege. Pero ¿y si es todo lo contrario? ¿Y si es un mecanismo para controlarme? No lo sé. Aún se repiten en mi mente las advertencias de Lana. Nerviosa, bajo al lobby a darles el encuentro.

Alsandair espera afuera, apoyado contra la puerta de una limusina negra. Busco a Lana con la mirada, pero no la veo por ninguna parte.

Mientras me dirijo hacia él, no puedo dejar de notar su imponencia. El Diablo viste un traje color vino con diseños negros. Debajo de la chaqueta lleva un chaleco, cuyos botones se unen mediante unas finas cuerdas doradas y, sobre su atuendo, se ha puesto un abrigo largo y negro.

El demonio advierte que lo miro, me sonríe cómo él sabe y se apoya en su bastón negro.

—¡Querida! —Hace una reverencia y abre la puerta trasera—. Estás bella.

Le agradezco con una sonrisa forzada. Con cuidado de no pisar sobre mi propio vestido, entro.

—Te has puesto linda —dice Lana, con una copa de vino en su mano—. ¿Deseas beber algo?

—Hola y, no, no gracias.

Detengo mi mirada sobre su bella figura y admiro su precioso vestido transparente de tules negros y corte griego. Cuando me acomodo junto a ella, el demonio sube, se sienta frente a mí y desabotona su chaqueta.

—Chófer, por favor, lleve a este grupo de angelitos al Inferno.

La limusina acelera y él ojea a mi pierna descubierta, luego a mi cintura, a mi escote, a mi boca y me clava la mirada.

—¿Adónde vamos? —le pregunto, rompiendo el incómodo momento. Y, aparte de la lujuriosa mirada de Alsandair, prefiero no entrar en detalles de cómo me mira Lana. En sus ojos puedo ver que le falta poco para lanzarse sobre mí, sacudirme de los cabellos y estampar mi cabeza contra la ventana. Pero ella es muy buena fingiendo y me sonríe, como si estuviera encantada de la vida de verme.

—Paciencia, querida, paciencia —responde el demonio y me guiña un ojo—. Después de esta noche, no te arrepentirás de haberme conocido nunca.

Vaya. Veamos qué es lo que me espera.

Después de casi una hora, la limusina se detiene. Al bajar, cierro mi abrigo y camino detrás de Lana y Alsandair hacia una bella casa con estilo colonial. Luces rojas iluminan la fachada frontal y, en el cielo, láseres de ese mismo color dibujan un símbolo de cuernos de toro.

Más adelante, en un gran letrero, brillando en luces rojas titilantes leo: "Inferno's Desire".

Pienso que debe ser algún restaurante donde la alta sociedad se reúne para cenar y hablar de sus millonarios negocios, ya que todos vestimos prendas demasiado elegantes, como para tratarse de algún bar. Cuando llegamos a la entrada, un guardia vestido de negro y con audífonos le hace una reverencia a Alsandair y nos abre la masisa puerta negra.

Rosas Negras y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora