La Diferencia

5 2 0
                                    

Después de que el mar se tragara a Yasu, Roku abandonó los dormitorios de la Academia y se despidió por el resto del curso. Y, para consternación del Señor del Fuego, Sozin hizo lo mismo.

Roku se despertaba por la mañana y encontraba a Sozin sentado al otro lado de la habitación, en la cama de Yasu. A petición de Sozin, llenaban aquellos días grises leyendo, entrenando, comiendo, jugando al Pai Sho, paseando por la caldera e intercambiando historias sobre el audaz Yasu, que a menudo actuaba sin pensar, desesperado por encontrar cuentos desconocidos para el otro. De vez en cuando, un mensajero aparecía en la puerta de Roku, trayendo una orden del Señor del Fuego Taiso para que Sozin regresara a la Academia. Pero Sozin permanecía al lado de Roku.

El Príncipe Heredero de la Nación del Fuego siempre había sido ambicioso y decidido, pero ahora estaba más decidido que nunca a aprovechar al máximo su vida para honrar la memoria de Yasu. Si la muerte de Yasu redujo a la mitad a Roku, duplicó a Sozin. Si hizo retroceder a Roku, hizo avanzar a Sozin. Y, mientras los padres de Roku se replegaban en su propia tristeza, era la alentadora presencia de Sozin la que mantenía la cabeza de Roku por encima del agua, y luego le llevaba poco a poco de vuelta a la orilla, tanto si Roku lo quería como si no, y a menudo no lo quería.

Roku pensaba en todo esto mientras permanecía despierto en la cabaña de Ulo, incapaz de conciliar el sueño. El anciano roncaba suavemente en su estera de mimbre junto a la pared opuesta. Fuera, los rítmicos sonidos de los insectos del valle circundante llenaban la noche.

No podía defraudar a Sozin. Por desgracia, empezaba a temer que la Hermana Disha tuviera razón en algo más que en la necesidad de desvincularse de la Nación del Fuego.

Todavía no podía encontrar un enfoque diplomático más sabio para resolver la situación actual. Sus únicas opciones parecían ser pedir a Ulo que perdonara la vida a los Maestros Tierra, a la Compañía de Comercio del Reino Oeste que renunciara a sus intereses en la isla y al Señor del Fuego que dejara en paz al Clan Lambak.

Y ahora Roku tenía que averiguar cómo enfrentarse a su primer encuentro con un espíritu como Avatar.

No estaba preparado.

En absoluto.

"No importa si estás preparado", imaginó Roku que decía ahora Sozin. "Finge que lo estás".

"Lo único que importa es si estás dispuesto", podría haber añadido Yasu.

La preparación es esencial", podría argumentar la Hermana Disha. "La diferencia entre el éxito y el fracaso, la vida y la muerte".

Se imaginó a Gyatso burlándose. "Pero ya estás aquí, ¿y ahora qué?"

Un grito agudo interrumpió la espiral de voces conflitivas en su mente, seguido de un coro de más gritos mientras el aire se llenaba del sonido de la arcilla rompiéndose, la madera astillándose y el caos sobreviniendo.

En un instante, Ulo estaba despierto y en pie.

— Quédate aquí -le dijo a Roku antes de desaparecer por las escaleras, que también desaparecieron un instante después. - Revisa el bosque -oyó Roku que le decía el anciano a alguien antes de salir corriendo.

Roku se acercó a la puerta y se asomó. Estaba oscuro, pero a la luz de unas antorchas pudo ver el problema: una manada de monos cerdos salvajes estaba invadiendo la aldea. Estaban destrozando cestas, rompiendo ollas, subiendo escaleras, destruyendo tejados y paredes, y persiguiendo a aldeanos y animales.

Cuando Roku oyó movimiento en la entrada trasera, giró sobre sí mismo con los puños en alto, listo para defenderse de una de las criaturas enfurecidas con cualquier fuerza o fuego-control que pudiera reunir. Pero no le hizo falta.

Avatar: El Juicio De RokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora