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A medida que la secundaria avanzaba, mi vida se llenaba de un nuevo tipo de caos. Las expectativas, mis metas con o persona, las inseguridades y las ansias de pertenecer se mezclaban en un torbellino de emociones. Pero, en medio de todo esto, había algo que se mantenía constante: mis sentimientos por Tsukishima.

La llegada de Aiko al mundo de Tsukishima marcó un cambio significativo en el ambiente. Era imposible no notar su energía; la forma en que iluminaba la habitación con su risa y cómo lograba hacer que todos se sintieran cómodos a su alrededor. Mientras tanto, yo me sentía como un espectador silencioso, atrapada en la penumbra de mis propios pensamientos.

Un día, mientras caminaba hacia mi casillero, escuché risas que provenían del aula de música. Intrigada, me asomé por la puerta y vi a Tsukishima con Yamaguchi y Aiko en el centro de la conversación. Su risa era contagiosa, y Tsukishima, aunque reservado, parecía más abierto que nunca. Un nudo se formó en mi estómago al ver cómo él se reía de algo que ella había dicho. Era como si la luz que ella traía lo envolviera, y yo, en el fondo, deseaba ser parte de esa luz.

Los días se sucedieron, la relación entre Tsukishima y Aiko se volvió cada vez más evidente pero a la vez obvia. Los pasillos estaban llenos de murmullos sobre ellos, y las miradas cómplices de sus amigos no hacían más que aumentar mi dolor. En cada rincón de la escuela, era testigo de cómo se conocían mejor: intercambiaban mensajes, compartían miradas y hasta se sentaban juntos en la cafetería. Yo, por otro lado, me convertía en un eco de mis propios sentimientos, sintiéndome más sola que nunca.

Una tarde, durante el almuerzo, decidí que era hora de actuar. No podía seguir viéndolos desde la distancia; necesitaba una respuesta, aunque esa respuesta pudiera doler. Me acerqué a Yamaguchi, quien siempre había sido amable conmigo.

—¿Qué piensas de Aiko? —le pregunté, tratando de sonar casual, aunque mi corazón latía con fuerza.

Yamaguchi se encogió de hombros, como si no estuviera del todo seguro de qué decir.

—Es genial. Todos parecen querer estar cerca de ella, incluso Tsukishima. Nunca lo había visto tan... ¿feliz?

Su respuesta me atravesó como una flecha. La idea de que Tsukishima pudiera ser feliz con otra persona era casi insoportable, y, sin embargo, una parte de mí entendía que merecía encontrar esa felicidad, incluso si no era conmigo.

—¿Crees que les gusta estar juntos? —me atreví a preguntar, aunque sabía que estaba buscando respuestas que no quería oír.

Yamaguchi sonrió tímidamente, sus ojos brillando con pena de su respuesta.

—No lo sé. Pero creo que sí. Aiko tiene algo especial.

Sus palabras resonaron en mi mente mientras me alejaba. Una mezcla de celos y tristeza se apoderó de mí. En el fondo, sabía que no podía seguir adelante si no comprendía la realidad de la situación.

Finalmente, el momento que tanto temía llegó. Durante un descanso, Aiko se acercó a mí mientras estaba sentada en un rincón del patio, perdida en mis pensamientos. Su sonrisa era brillante, pero en mis ojos se podía ver la preocupación.

—¡Aizawa-chan! —exclamó con entusiasmo—. ¿Te gustaría venir con nosotros al cine este fin de semana? Yamaguchi y yo estamos organizando una salida, vendrá Tsuki.

¿Desde cuándo ella tenía tanta cercanía para decirle así? Aunque la invitación me tomó por sorpresa, mi corazón me dio un vuelco, y las palabras se atascaban en mi garganta. A pesar de que quería decir que sí, la realidad era que no podía soportar la idea de estar allí, viendo cómo Tsukishima se reía y disfrutaba con ella.

—No sé... —respondí, intentando no sonar tan desanimada—. Tal vez tenga que ayudar a mi mamá en la casa.

Aiko frunció el ceño, pero no insistió. Su mirada curiosa se encontró con la mía, y en ese breve instante, sentí que había algo más que no entendía. Quizás había más en su interés hacia mí de lo que ella mostraba. Sin embargo, no podía permitirme pensar en ello; el dolor de la inseguridad y la tristeza me ahogaba.

Con el paso de las semanas, la presencia de Aiko y Tsukishima se volvió más prominente en mi vida. La angustia en mi pecho se intensificaba cada vez que veía a Tsukishima interactuar con ella, y mientras más pasaba el tiempo, más me convencía de que mis sentimientos eran irrelevantes.

Las sombras que solían ser parte de mis recuerdos felices se volvían cada vez más densas. Los momentos compartidos en el parque, las risas en la biblioteca, parecían lejanos y vacíos. Me encontraba atrapada en un ciclo de recuerdos que me causaban dolor y añoranza.

Una noche, mientras me preparaba para dormir, decidí que debía confrontar mis sentimientos. No podía seguir guardando silencio; era momento de enfrentar la verdad. Pero, ¿qué verdad? ¿Que nunca sería suficiente? ¿Que la luz que iluminaba su mundo no era yo? Era una lucha interna que sabía que debía resolver, pero que, al mismo tiempo, temía enfrentar.

Y así, con el corazón pesado, me quedé dormida esa noche, esperando que los recuerdos de lo que había sido no me ahogaran en el presente.

H e r . | Tsukishima x tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora