Desde aquellos primeros días en la primaria, un camino invisible que nos unía comenzó a fortalecer una historia que se fue formando lentamente. Mientras mis sentimientos por Tsukishima crecían, también lo hacían los momentos compartidos con él, marcando mi vida de maneras que aún no comprendía completamente.
Recuerdo una tarde en el parque, un lugar donde nuestras familias solían reunirse. Los árboles frondosos brindaban sombra, y el aire estaba impregnado del aroma de la hierba recién cortada. Era uno de esos días perfectos de primavera, con el cielo azul claro, y la brisa ligera que invitaba a salir a jugar. Los padres habían organizado un picnic, y todos los niños corrían con risas y gritos de alegría.
Aquel día, Tsukishima y yo nos encontramos cerca de un estanque. Él había traído su libro de dinosaurios como aquella vez que me acerqué a él por primera vez, y yo, sintiendo la oportunidad de acercarme, decidí unirme a él. Al principio, parecía reacio a compartir su tiempo, pero finalmente cedió cuando le mencioné que también me gustaban los dinosaurios.
—¿Cuál es tu favorito? —le pregunté, sentándome a su lado en la hierba.
—El Tiranosaurio Rex —respondió, la mirada fija en las páginas, pero con un leve atisbo de curiosidad en su voz.
Mientras él hablaba sobre sus características y su fuerza, yo lo escuchaba con admiración. La forma en que se apasionaba por su tema favorito me mostró un lado de él que rara vez se asomaba a la superficie. Era como si, en esos momentos, el muro que había construido comenzara a desvanecerse.
A medida que pasaban los meses, nuestras interacciones se volvieron más frecuentes. En las fiestas de cumpleaños y reuniones familiares, siempre buscaba la oportunidad de acercarme a él. Sin embargo, a pesar de mis esfuerzos, Tsukishima seguía siendo un enigma. Sus respuestas eran cortas, y a menudo se sumía en un mundo propio, donde yo no podía entrar.
Una tarde, mientras ambos esperábamos que nuestras familias terminaran de hablar, decidí que era el momento de abrirme un poco más.
—A veces me siento sola —le confesé, jugando con los dedos de mis manos. —¿No es extraño tener amigos pero sentirse así?
Él me miró con esa expresión seria que era tan característica de él, y pensé que quizás había elegido mal el momento. Pero luego, sorprendida, escuché su voz, suave pero honesta.
—No es extraño. A veces, es más fácil estar solo que rodeado de gente.
Sus palabras resonaron en mí, y me di cuenta de que, a pesar de su distancia, había algo en su interior que también anhelaba conexión. Era como un reflejo de lo que sentía, y, en ese momento, una parte de mí se sintió comprendida. Esa pequeña conversación se convirtió en un recuerdo atesorado, una de las primeras veces que sentí que había logrado cruzar la barrera que había entre nosotros.
El tiempo pasó, y con la llegada de la secundaria, las cosas empezaron a cambiar. Comenzamos a asistir a la misma escuela, y nuestras vidas se entrelazaron aún más. En los pasillos, era inevitable ver a Tsukishima, siempre rodeado de Yamaguchi, pero a menudo perdido en sus pensamientos. Yo, por otro lado, luchaba por encontrar mi lugar en un mundo lleno de adolescentes que buscaban encajar.
Fue en ese entorno escolar donde nuestras interacciones se volvieron más significativas. Recuerdo una tarde lluviosa en la que, después de clase, decidí refugiarme en la biblioteca. Allí, mientras hojeaba un libro, vi a Tsukishima en una esquina, sumido en sus lecturas. Sin pensarlo, me acerqué.
—¿Puedo quedarme aquí? —pregunté, sintiendo que cada palabra era un desafío a mi propia timidez.
Él levantó la vista y, por un momento, vi un destello de sorpresa en sus ojos. Pero luego, como era habitual, su expresión volvió a ser impasible.
— Como quieras, solo no molestes —respondió con cierto sarcasmo, y aunque no fue un entusiasmo abrumador, me sentí agradecida de poder compartir ese espacio con él.
Los minutos se convirtieron en horas mientras ambos nos sumergíamos en nuestros mundos literarios. En esa biblioteca silenciosa, sentía que, aunque no habláramos mucho, había una conexión latente, como un hilo que nos unía a través de las páginas de los libros que leíamos. Fue en esos momentos de silencio compartido que mis sentimientos hacia él se hicieron más intensos. Había una profundidad en su carácter que me atraía, y aunque su exterior era frío, sabía que había un volcán de pensamientos y emociones por descubrir.
Sin embargo, la adolescencia trajo consigo nuevos desafíos. En medio de la confusión de los sentimientos y la búsqueda de existir, la llegada de una nueva chica a nuestra escuela comenzó a cambiar las dinámicas. Aiko-chan se convirtió rápidamente en el centro de atención, y yo no pude evitar sentirme invisible a su lado. Cada vez que la veía sonreírle a Tsukishima, el dolor se intensificaba.
Esa tarde, mientras recordaba esos momentos en la biblioteca, me sentí atrapada entre el deseo de acercarme a Tsukishima y la creciente frustración de no poder hacerlo. Mis sentimientos seguían siendo un secreto guardado en lo más profundo de mi corazón, y cada día que pasaba sentía que me alejaba más de la posibilidad de ser la persona que él necesitaba.
Con cada recuerdo, con cada interacción, la historia que me había inventado con Tsukishima se volvía más complicada por las emociones y los silencios compartidos. Sin saberlo, esos momentos se convertirían en los cimientos de un amor no correspondido que lucharía por encontrar su lugar en un mundo que parecía haber tomado un rumbo inesperado.

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H e r . | Tsukishima Kei
Tienerfictie_____ Aizawa siempre ha sentido algo especial por Tsukishima Kei, el chico distante y reservado que parece inalcanzable. A pesar de esos pequeños momentos que han compartido a lo largo de los años, sus sentimientos siempre se han mantenido ocultos...