12.

775 50 0
                                        

Había pasado dos semanas desde la excursión y unos días del cumpleaños del padre de Tsukishima, y aunque la vida había retomado su curso, yo seguía sintiéndome atrapada en esa noche bajo las estrellas, en esos momentos que compartí con él. Me costaba entender por qué había sido tan amable, por qué se había quedado conmigo hasta que el sueño me venció y, peor aún, por qué parecía que todo eso no había significado nada al día siguiente. El aire entre nosotros había vuelto a ser denso y frío, como siempre. Como si nada hubiera pasado.

Me quedé sentada en mi cama, mirando mi uniforme de Karasuno colgado en el respaldo de la silla. No era normal que me sintiera tan confundida por alguien. Generalmente, sabía leer a las personas. Entendía sus gestos, sus palabras no dichas, pero con Tsuki... con él todo era un enigma. ¿Realmente había sido sincero esa noche o simplemente estaba jugando conmigo como siempre hacía?

El sonido de la puerta abriéndose de golpe me sacó de mis pensamientos. Mei entró sin avisar, como solía hacer, con la confianza que solo una mejor amiga podía tener. Se lanzó en mi cama, dejando escapar un suspiro exagerado.

—¿Sigues pensando en él, verdad? —dijo con una sonrisa cansada, mirando al techo, completamente consciente de lo que ocurría en mi mente— Vamos, _____. Sabes que no es saludable estar tan enganchada a alguien que no sabe ni lo que siente.

Suspiré, desviando la mirada. Sabía que Mei tenía razón, pero no podía evitarlo. Cada vez que pensaba en Tsukishima, algo dentro de mí se agitaba. Era como estar atrapada en una tormenta, sin saber si iba a salir ilesa o completamente destrozada.

—No es tan fácil, Mei —le respondí con un tono más bajo de lo que me hubiera gustado— Hay veces en las que siento que le importo... pero luego vuelve a ser el mismo de siempre, el Tsukishima frío y distante que parece que no da un carajo por nadie.

—A lo mejor sí le importas, pero el muy idiota no sabe cómo manejarlo —dijo, girándose para mirarme— Pero eso no significa que debas seguir esperando algo de él.

—Lo sé, pero... —me detuve, las palabras atoradas en mi garganta. ¿Cómo explicarle algo que ni yo misma entendía? ¿Cómo explicarle que, por más que quisiera alejarme, algo en mí me hacía volver, una y otra vez?

Mei me miró con una mezcla de compasión y frustración. Sabía que no me juzgaba, pero también que quería verme salir de este ciclo de dolor.

—Tienes que hablar con él —insistió— O terminas esto de una vez por todas, o sigues atormentándote con lo que podría ser.

Yo sabía que tenía razón, pero solo pensar en hablarlo con Tsuki me aterraba. ¿Qué iba a decir de nuevo? ¿Cómo iba a reaccionar? Estaba asustada desde aquel día que no pude pedir perdón, y él... Simplemente pareció no importarle; después de todo es como si para él jamás hubiera existido ese día. A lo mejor, se reiría en mi cara o, peor, me miraría con esa misma indiferencia que tanto me lastimaba. Mei me dejó sola poco después, y yo me quedé en mi cuarto, dándole vueltas a todo, con ese nudo en el estómago que parecía no querer irse nunca.

Más tarde, decidí ir al gimnasio de Karasuno probablemente estén entrenando aunque no haya clase. No tenía ninguna razón específica para hacerlo, pero necesitaba distraerme, ver algo diferente. Tal vez ver a Tsukishima jugando volleyball me ayudaría a entenderlo mejor, aunque fuera un poco.

Cuando llegué, el ambiente era el mismo de siempre: caótico y lleno de energía. Kageyama y Hinata discutían, como siempre, sobre alguna jugada estúpida que habían fallado, mientras Yamaguchi los observaba con una sonrisa resignada. Tsukishima, como era de esperarse, estaba al fondo, ajustándose las rodilleras, sin prestarle atención a nadie.

—¡Aizawa-san! —Hinata me saludó con su habitual energía desbordante— ¡Ven a entrenar con nosotros!

Sonreí, tratando de parecer despreocupada, aunque por dentro seguía lidiando con mi caos interno.

—Solo vine a ver cómo los destruyen —respondí, medio en broma, lo que provocó algunas risas.

Tsukishima levantó la vista por un segundo, fijando sus ojos en los míos. No dijo nada, ni una palabra, pero ese vistazo rápido me dejó inquieta. Siempre lograba hacer eso, con tan poco.

Los chicos continuaron su entrenamiento, y aunque traté de concentrarme en sus jugadas, no podía dejar de observar a Tsukishima. Su manera de moverse en la cancha, la forma en que analizaba cada jugada, siempre buscando ser el más preciso. Había algo hipnótico en él, incluso cuando apenas hablaba.

Cada tanto, su mirada se cruzaba con la mía, y cada vez que eso pasaba, sentía un pequeño vuelco en el estómago. ¿Qué era eso? ¿Qué carajo me pasaba con él?

Kageyama y Hinata seguían en su propia burbuja de competitividad absurda, discutiendo una y otra vez. No pude evitar reírme al verlos. Era increíble que pudieran ser tan buenos en la cancha, cuando fuera de ella parecían niños pequeños.

—¿Por qué siempre tienen que discutir? —comenté con una sonrisa, a lo que Kageyama se volteó, cruzándose de brazos.

—¡Porque él no entiende las cosas simples! —protestó, señalando a Hinata, que solo frunció el ceño.

—¡No es mi culpa que no sepas explicarte! —respondió el pelinaranja, provocando otra ronda de risas en el gimnasio.

Pero mi atención no duró mucho en ellos. De nuevo, mi mirada se desvió hacia Tsukishima. Estaba entrenando por su cuenta, en silencio, como siempre. A veces, me desesperaba lo poco que hablaba, lo difícil que era saber lo que realmente pensaba.

Cuando el entrenamiento terminó, me quedé un rato más, ayudando a guardar el equipo. Noté que Tsuki seguía en el gimnasio, como si estuviera esperando algo, o a alguien. No pude resistir la tentación de acercarme, aunque sabía que probablemente me arrepentiría.

—¿Necesitas ayuda? —pregunté, tratando de sonar casual, aunque mi corazón latía un poco más rápido.

Tsukishima levantó la vista hacia mí. Me miró por un momento, como si estuviera decidiendo si molestarse en responderme o no.

—Haz lo que quieras —dijo al final, en su tono usual, desinteresado.

Un silencio incómodo se instaló entre nosotros. Yo quería decir algo más, algo que rompiera esa barrera que siempre parecía existir entre nosotros, pero no sabía qué. Era frustrante, jodidamente frustrante.

—¿Por qué siempre eres así? —pregunté de repente, sin pensar, mis palabras saliendo antes de que pudiera detenerlas.

Él me miró de reojo, sin inmutarse.

—¿Así cómo?

—Distante. Como si no te importara nada ni nadie.

Tsukishima me observó en silencio por un largo momento, sus ojos oscuros clavados en los míos. Finalmente, se encogió de hombros.

—Tal vez es porque no me importa.

Esas palabras me dolieron más de lo que esperaba, pero no dije nada. Sabía que no valía la pena seguir insistiendo. Aunque en el fondo, muy en el fondo, algo me decía que no estaba siendo del todo honesto.








₊˚ʚ 🏐 ₊˚✧゚   ⋆。‧˚ʚ♡ɞ˚‧。⋆.  ₊˚ʚ 🏐 ₊˚✧゚.

Hola, estamos a nada de descubrir el por qué nuestro Tsukishima es así con nosotros. Sí este capítulo recibe muchos comentarios de apoyo lo subo hoy en la noche. ¡Todo depende de ustedes! 💞✨

H e r . | Tsukishima KeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora