11 [Confesando mis sentimientos]

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Mis padres han viajado por trabajo, lo que significa que estaré sola una semana. No completamente sola, ya que mi primo Lucas vendrá a cuidarme. Sin embargo, la soledad me abruma un poco. Desde que se fueron el lunes, no he ido al colegio. Hoy es miércoles y, aunque tendré que ir, no puedo dejar de pensar en cómo confesarle a Victoria lo que siento por ella.

El asunto es que ella se enteró de que me gusta una chica y no para de insistir en saber quién es. Cada vez que la veo, me bombardea con preguntas: "¿Qué chica te gusta? ¿Es del colegio? ¿Es una amiga tuya?" Si tan solo supiera que esa chica es ella.

Era tarde y solo asistí a las clases prácticas, evitando las teóricas. Estábamos entrenando para la competencia de fútbol del colegio. Como porristas, nuestra misión era crear una entrada única. Sin embargo, mi mente estaba en otro lugar.

— Julia, ¿estás bien? — me preguntó Micaela, al notar que me caía más de lo habitual.

— Sí, lo siento — respondí, sintiéndome avergonzada.

Mis ojos, sin querer, se desviaban hacia la cancha, donde veía a Victoria jugando sola. Finalmente, cuando sonó la campana, decidí acercarme.

— Hola — saludé, intentando sonar alegre, aunque por dentro estaba hecha un manojo de nervios.

— Hola — respondió ella.

— ¿Podemos hablar? — me atreví a preguntar. Ella dejó el balón y me miró fijamente. — Emm... ¿podemos sentarnos en las gradas? — le sugerí, y ella asintió, pateando la pelota mientras caminábamos.

Al sentarme junto a ella, busqué un punto fijo en el horizonte, intentando encontrar las palabras adecuadas para confesarle mi amor.

— No sé por dónde empezar — reí nerviosa. — ¿Te acuerdas de la chica que me gusta? — Vicky asintió, y eso solo aumentó mi ansiedad. — Pues esa chica... — tragué en seco — eres tú. — Miré al suelo, esperando su reacción.

— Uhh — Victoria hizo un mohín y mordió su labio inferior. — No sé qué decir — finalmente dijo, rascándose la nuca. — A mí las chicas no me gustan, Julia. —

La decepción me golpeó con fuerza.

— Está bien — reí nerviosa, intentando ocultar mi tristeza. — Perdón. — Agarré mi bolso y salí del colegio.

Nunca me había sentido tan humillada. Era la primera vez que me gustaba alguien, y esa persona, además, era una chica. La ironía del destino parecía burlarse de mí. Si tan solo Victoria supiera lo que sentía, lo que había dejado entrever en esos momentos compartidos.

Flashback:

— Cami — susurré a mi amiga.

— ¿Qué? — me preguntó, girándose.

— Victoria cree que me gusta. O sea, sí, pero no puedo decírselo. Tengo miedo de que se aleje — hablé rápido.

— ¿Por qué dices eso?

— Porque se enteró de que me gusta una chica. Hace unos días le di "me gusta" a su historia de Instagram, y la tonta de Ludmila le dijo: "Las personas que dan muchos likes y te envían vídeos es porque están enamoradas de ti". —

— Oh no — exclamó Camila, llevándose las manos a la cabeza. — ¿Y te dijo algo Victoria? —

— No, solo me miró fijo y sonrió cuando Ludmila dijo eso. —

Fin del flashback.

Yo sí creía que ella gustaba de mí.

Llegué a casa sintiendo un nudo en el estómago, el eco de la conversación con Victoria resonando en mi mente. En cuanto abrí el teléfono, vi unos mensajes de ella que me dejaron paralizada:

"Lo siento por lo de hace rato, Julia. No era mi intención y no soy la persona adecuada para que te enamores."

Quise responder, pero un vistazo a su perfil me confirmó que me había bloqueado. ¿Por qué? ¿Por qué me atreví a declararme? Lloré el resto del día, consumida por una tristeza que me parecía abrumadora. En ese momento, deseaba desaparecer. La lección era clara: jamás se enamoren de una chica, JAMÁS.

Al amanecer, me arrastré hasta el baño, tratando de recuperar un poco de normalidad en medio de mi desconsuelo. Mientras me duchaba, mi mente divagaba entre recuerdos y sentimientos, hasta que, al salir, el brillo de mi teléfono me hizo volver a la realidad. Era un mensaje de Camila:

"Julia, ¿te declaraste a Victoria? Se lo contó a todos sus amigos."

¡Maldición!

La rabia y la decepción brotaron en mí. Estúpida Victoria, ¿por qué tuviste que hacer eso?

Bajé a la cocina, donde mi primo me esperaba, insistiendo en que desayunara. Mis padres le habían pedido que estuviera pendiente de mí, preocupados porque no había comido nada.

—¿Estás bien, Ju?— preguntó, sentándose a mi lado. No pude contenerme y, con un puchero en los labios, las lágrimas comenzaron a caer. Sin dudarlo, me abrazó.

—Todo va a estar bien, Juli— me dijo, su voz reconfortante entre mis sollozos.

—¿Te puedo contar algo?— le pregunté, sintiendo el peso de mi secreto. Asintió, su expresión abierta y comprensiva. —¿No te daré asco?— inquirí, sintiendo una mezcla de temor y vulnerabilidad.

—No, para nada— respondió, frunciendo el ceño con sinceridad.

—Me gusta una niña— confesé, dejando escapar las lágrimas de la frustración.

—Ay, pero no está mal. Cuando te gusta alguien, te gusta— dijo, como si la lógica pudiera aliviar mi dolor. —¿Y pasó algo con ella?— me preguntó. Asentí, sintiendo cómo la tristeza regresaba.

—Me rechazó y, además, le contó a todos sus amigos— musité, molesta por su traición.

—Ay, es una malvada— exclamó, y su indignación me hizo sentir un poco mejor.

—Lo sé— respondí, sintiendo que las palabras eran un alivio.

—Mereces alguien mejor— dijo con firmeza.

—Maybe— murmuré, dudando entre la esperanza y la resignación.

Llegué al colegio con una sensación de pesadez en el pecho, como si una nube gris me siguiera. No quería hablar con nadie, solo deseaba la compañía de Camila, su risa siempre me hacía sentir un poco más ligera.

Al entrar al aula, dejé mi mochila en el respaldar de la silla, como era mi costumbre, y recosté la cabeza sobre la mesa. Cerré los ojos, buscando un respiro en medio del caos. La sala se desvaneció en un murmullo lejano y me dejé llevar al sueño. Sin embargo, el sonido de la voz de la profesora me sacó abruptamente de mi mundo.

— Señorita, debió haber descansado en su hogar —me reprendió con un tono de desaprobación. Con un gesto de impaciencia, me mandó al baño para que me lavara la cara.

Al llegar al baño, el agua fría me despertó un poco más. Me miré al espejo, notando las ojeras que traía como insignias de mis noches en vela. Con un suspiro, regresé al aula, donde la atmósfera se sentía densa.

En clase, noté que Victoria me observaba desde su rincón, acompañada de su grupo de amigas, Ludmila y Emilia. Sus risitas eran un eco cruel, como si estuvieran riéndose de mi desasosiego. Una incomodidad me recorrió; me sentía expuesta, como si llevara un letrero que decía "diferente".

Durante el receso, al salir con Camila, noté las miradas despectivas que se posaban sobre mí. Constanza y Sabrina estaban entre la multitud, sus gestos de desdén eran difíciles de ignorar. En esos momentos, la sensación de ser el blanco de las risas ajenas se volvía abrumadora, y solo quería perderme en la calidez de la amistad que me ofrecía Camila.

"Confusión De Amigas"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora