14 [Cuando El Hogar Se Pone Extraño]

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Tocó el timbre de salida. Me levanté de mi asiento, agarré mi mochila y me dirigí hacia la puerta del salón, acompañada por mis compañeros que hablaban animadamente. De repente, una mano se posó suavemente sobre mi brazo, deteniéndome en seco. Me di la vuelta, intrigada, y ahí estaba Camila.

- Julia, ¿podemos hablar? - preguntó, su expresión seria.

Asentí y nos dirigimos al patio del colegio, donde el bullicio de los demás se desvanecía poco a poco.

- ¿De qué quieres hablar? - le pregunté, acomodándome en las gradas, sintiendo que algo importante estaba por surgir.

- Últimamente te noto muy alejada, Juli - confesó Camila, con una mezcla de preocupación y tristeza en su voz.

- ¿Por qué dices eso? - inquirí, sintiendo un leve escozor de culpa.

- Te envié varios mensajes hace tres días y no respondiste. Ni siquiera los miraste. Pero, en cambio, veo que subes estados constantemente. Además, casi no te juntas con nadie. Vicky intentó invitarte a su casa el otro día, pero dijo que ni siquiera le dijiste "hola". ¿Estás bien? - preguntó Camila, su mirada llena de sinceridad.

Me quedé en silencio, sorprendida. En mi mente, recordé cómo las últimas semanas habían pasado como un torbellino, dejando mis amistades de lado mientras lidiaba con mis propios problemas. Ni siquiera había considerado el impacto que mi ausencia podría tener en los demás.

- Lo siento, Camí, últimamente estoy en otra - respondí finalmente, con un tono de disculpa.

- Está bien, pero lo importante es que no te pase nada malo - insistió, claramente preocupada.

- No, no me pasa nada malo. Gracias por preocuparte - le dije.

- Es que me parece muy preocupante que no quieras ir a la casa de Vicky - continuó Camila.

- Hmm, sí, no me importa - murmuré.

- ¿No te gusta más? - preguntó, escaneando mi rostro. Asentí. - Mentirosa, el gusto no se va tan rápido - replicó, frunciendo el ceño.

- Pero conmigo sí - respondí.

- Bueno, hablamos después. Ahora voy a mi casa - dijo, levantándose de las gradas con un suspiro resignado.

La vi alejarse mientras yo me quedé sentada, la mente en blanco, esperando que Solange me escribiera. En ese momento, la soledad me envolvía, y un nudo se formaba en mi estómago. Las palabras de Camila resonaban en mi mente, dejando una huella profunda que no podía ignorar.

Llegué a casa y, como era habitual, me encontré con la explosión de voces que resonaban en las paredes: mis padres discutiendo.

- ¡Terminamos, Olivia! - gritó mi papá, su furia palpable mientras empujaba a mi madre hacia el sofá.

- ¡Oye! ¿Qué te pasa? - exclamé, interponiéndome entre ellos. - ¿Estás loco? ¿Cómo puedes empujar a mamá? -

- Cállate, que te irás con ella a la calle. Esta es mi bendita casa y haré lo que se me antoje. Recojan sus cosas y se van. - La amenaza de mi padre cortó el aire como un cuchillo.

- ¡Claro que nos iremos, inútil! - respondí, apoderándome del brazo de mi madre para llevarla hacia las habitaciones y comenzar a recoger nuestras cosas.

- Julia, ¿qué haces? - preguntó ella, su voz temblorosa y llena de miedo. Nos detuvimos en el pasillo, buscando una respuesta en el caos.

- Mami, prefiero vivir en la calle antes que seguir soportando esto. - mis palabras salieron con la sinceridad de quien ha visto demasiado.

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⏰ Última actualización: Oct 15 ⏰

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