1 [El primer dia]

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El aire húmedo de Añasco envolvió a Julia al bajar del auto negro de su padre. El viaje de regreso desde Miami había sido largo y tedioso, y solo ansiaba la tranquilidad de su habitación. Su hogar, una casa de dos pisos con un jardín exuberante, la esperaba con los brazos abiertos, pero también con la familiar tensión que se respiraba entre sus padres.

Enrique, su padre, un hombre corpulento de mirada severa, le hizo un gesto para que le ayudara con las maletas.

— Hija, ayuda con las cosas. — dijo con un tono de voz que no admitía réplicas.

— Espérame que me cambiaré y luego vendré. — respondió Julia, sin mirarlo a los ojos, y se dirigió hacia la entrada de la casa.

Olivia, su madre, una mujer menuda de ojos color miel, la interceptó con un beso en la frente.

— Cariño, vé a tu cuarto a descansar, yo ayudaré a tu padre. — dijo con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

Enrique, sin perder la oportunidad, soltó un gruñido.

— Tienes que dejar de malcriar a esa cabrona. — dijo con un tono de voz áspero.

Olivia, con un gesto de resignación, se giró hacia él.

— Pues déjame decirte que yo haré lo que quiera, mientras ella sea mi hija, será la niña más malcriada que pueda existir. — dijo con un tono de voz desafiante.

Julia, sin prestar atención a la discusión, se dirigió a su habitación. La casa estaba llena de recuerdos de su infancia, de momentos felices y de otros no tanto. La relación de sus padres era un torbellino de amor y odio, de pasión y reproches. Ella, como hija única, había sido testigo de sus altibajos, de sus peleas y reconciliaciones. A veces, se sentía atrapada en medio de su batalla, como si fuera un campo de batalla donde ella era el premio.

Se quitó la ropa y se puso su pijama de color rosado pastel, el mismo que le había regalado su madre para su cumpleaños. Era un pijama suave y cómodo, que le recordaba a su infancia, a un tiempo en el que las peleas de sus padres no eran tan frecuentes.

Su madre entró en la habitación, con una sonrisa forzada.

— Ay, ma, me asusté. — dijo Julia, con una sonrisa nerviosa.

— Lo lamento, cariño. ¿Almorzaras? — preguntó Olivia, con una voz suave.

— Gracias, mamá, pero no, prefiero tomar café y seguir haciendo esto. — dijo Julia, señalando su carpeta de trabajo escolar.

— Okay, cariño. Si tienes hambre, yo estaré en mi cuarto viendo TV. — dijo Olivia, con un tono de voz cansado.

Julia se quedó sola en su habitación, con su carpeta de trabajo escolar y un café caliente. La casa estaba en silencio, excepto por el sonido de las olas que rompían en la costa. La soledad era un viejo conocido, un compañero de viaje que la acompañaba desde que era pequeña.

Se sentó en su escritorio, con la mirada perdida en el horizonte. Las vacaciones en Miami habían sido un desastre. Sus padres habían discutido más que nunca, y ella se había sentido atrapada en medio de su batalla.

Suspiró y se concentró en su trabajo escolar. Necesitaba distraerse, olvidarse de la tensión que se respiraba en su casa.

En ese momento, su teléfono vibró. Era una videollamada de sus amigas, Sabrina y Constanza.

— ¡Holaa! — dijo Sabrina, saludando con su mano a la cámara.

— Hola, chicas, ¿Cómo andan? — dijo Constanza, acomodando su cámara en su tocador.

— ¡Hola! Oh my god, girls, las extraño mucho. — dijo Julia, con una sonrisa que no alcanzaba a llegar a sus ojos.

— Ush, yo también. Estas vacaciones fui a Nueva York, como todos los años, ya es aburrido. — dijo Constanza.

— Tal cual, Coti, estamos iguales, pero yo con Londres. Ya aburre. ¿Qué tal tus vacaciones, Julia? — dijo Sabrina.

— Pues tranquila, fui a Miami. No saben lo tonto que estuvo mi padre todas las vacaciones, no dejaba de pelear con mamá. Una noche tuve que intervenir, porque estaban gritando como locos. Yo, que estaba en la otra habitación del hotel, escuché todo. — dijo Julia, con un tono de voz cansado.

— Que feo. ¿No te parece que mucha pelea pueda causar un divorcio? — dijo Sabrina, con un tono de voz preocupado.

— No sé, no me interesa tampoco. No es mi relación, no opino. — dijo Julia, con un tono de voz apático.

— ¡Dentro de 13 horas nos veremos! — dijo Constanza, con una sonrisa llena de emoción.

— Es verdad. ¿Les conté que Mauricio quiere salir conmigo? — dijo Sabrina, con un tono de voz coqueto.

— ¿El de 7mo año? — dijo Julia, con una sonrisa irónica. — Ten cuidado con él, te lo digo porque también quiso salir conmigo, pero yo le rechacé, capaz solo te quiera utilizar, como a mí. —

— No, él no es así. — dijo Sabrina, con un tono de voz defensivo.

— Pues está bien, piensa lo que quieras. — dijo Julia, con un tono de voz indiferente.

La videollamada terminó y Julia se quedó pensando en lo que había dicho Sabrina. ¿Sería Mauricio realmente un chico malo? ¿O solo era un chico que buscaba atención?

Se levantó de su silla y se dirigió a la cocina. Necesitaba comer algo.

Al pasar por el pasillo, escuchó la voz de su padre.

— ¿Cansada tú? ¿De qué? ¡Si nunca haces nada! — dijo Enrique, con un tono de voz molesto.

— ¡¿No hago nada?! ¡Trabajo, cocino, limpio la casa, hago las compras! ¡Hago todo! ¡Tú eres el que vive de relajo! — dijo Olivia, con un tono de voz furioso.

— ¿Vivo de relajo? Cállate un rato. Si no fuera por mí, tú no tendrías el título que tienes de abogacía, si quiero te lo puedo quitar. — dijo Enrique, con un tono de voz amenazante.

— No eres quien para hacer eso, Enrique. El mundo no gira a tu alrededor, no siempre va a ser como tú quieras. — dijo Olivia, con un tono de voz desafiante.

Julia se quedó escuchando la discusión, con un nudo en el estómago. Era la misma historia de siempre. Sus padres peleando por cosas sin importancia, por celos, por orgullo.

Se giró y se dirigió a su habitación, con la sensación de que no había escapatoria. La tensión en su casa era un peso que llevaba a cuestas desde que era pequeña.

Se acostó en su cama, con la mirada fija en el techo. La vida era un juego de ajedrez, y ella era una pieza que se movía a merced de los demás.

El sonido estridente de la alarma despertó a Julia de un sueño agitado. Se incorporó en la cama, estirando sus brazos con pereza. La imagen de la discusión de sus padres aún flotaba en su mente, como una sombra persistente. Se levantó y se dirigió al baño, con la sensación de que la noche había sido demasiado corta.

La ducha caliente le ayudó a relajarse un poco. El agua tibia corría por su cuerpo, arrastrando consigo la tensión de la noche anterior. Se lavó el pelo, se cepilló los dientes y se miró en el espejo. Su reflejo le devolvió la mirada de una adolescente cansada, con ojeras oscuras y el pelo enmarañado.

Se maquilló con rapidez, aplicando un poco de rímel y gloss, y se puso el uniforme escolar. Bajó a la cocina, pero no encontró a su madre. Solo había un plato con un trozo de pastel de guayaba, un desayuno que Olivia siempre le preparaba para que no se fuera al colegio con el estómago vacío.

Julia tomó una manzana porque tenía poco tiempo para desayunar, y salió de la casa. Su padre ya estaba en el carro, esperando. Subió sin decir nada y se dirigió al colegio, mientras comía la manzana.

Al llegar, sus amigas, Sabrina y Constanza, la esperaban con los brazos abiertos.

— ¡Julia! ¡Qué bueno verte! — exclamó Sabrina.

— ¡Te extrañamos! — agregó Constanza.

Las tres se dirigieron a sus casilleros, acomodando sus libros y cuadernos.

— Tengo que decorar esto. — dijo Julia, haciendo una mueca de disgusto al ver el casillero gris.

— Este año me presentaré como porrista. — confesó Sabrina, con una sonrisa ilusionada.

— No hace falta, te haré ingresar con ese título ya que eres mi amiga. — dijo Julia, con un tono de voz arrogante, mientras se colocaba gloss.

— ¿En serio? — preguntó Sabrina, con los ojos brillantes de emoción.

— Sí. — respondió Julia, guardando su maquillaje en una pequeña bolsita y cerrando el casillero.

En ese momento, una chica alta, de cabello castaño y ojos azules, entró en el pasillo. Llevaba la camiseta del colegio y un pantalón Nike. Tenía un aire decididamente masculino.

— ¿Y esa? — preguntó Constanza, con un tono de voz irónico.

— Es nueva al parecer. — respondió Sabrina, mientras observaban a la chica.

Julia no dijo nada, pero la observó con atención. Analizó su atuendo, su forma de caminar, su expresión. La chica se dirigió a la oficina de dirección, y Julia dejó de mirarla.

— Bueno, chicas, iré con Mauricio. — dijo Sabrina, despidiéndose de sus amigas.

— Parecía lesbiana. — comentó Constanza, con un tono de voz burlón. — Pero es sexy. —

— No coloques etiquetas a las personas, Coti. Muchas veces hablamos de eso. — se quejó Julia, con un tono de voz severo.

— Ya, lo siento. — respondió Constanza, con un tono de voz arrepentido.

Constanza se fue con un chico de primer año, demasiado joven para ella, según la opinión de Julia.

Julia se apoyó en su casillero, revisando su teléfono.  Después, se dirigió a la cancha de baloncesto, donde solía observar a los chicos de los grados superiores. No es que le gustara alguno en particular, pero quería que le gustara un chico, ya que nunca había sentido atracción por ninguno.

Se sentó en una banca y comenzó a analizar a los jugadores. Marcos, con su cabello rubio y su actitud arrogante, le parecía un machista. Joaquín, moreno y con una mirada amenazante, parecía un golpeador. Cristian, le recordaba a un pedófilo por como miraba a las de 1er año.

— ¡Mierda! — exclamó Julia, con un tono de voz furioso.

Una pelota de baloncesto la había golpeado en la cabeza. Se giró para ver quién la había lanzado, segura de que se trataba de otro chico tonto.

— Es solo un balón, no te matará. — dijo una voz femenina.

La chica nueva, la que había llegado a la escuela esa mañana, se acercó a ella y recogió la pelota.

— No, no me matará, pero ten más cuidado. — respondió Julia, con un tono de voz molesto.

La chica nueva la miró con desdén y torció los ojos.

Julia se levantó de la banca, con la sensación de que la nueva no le caía bien.

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¿Qué les pareció este primer capítulo? Ahre.

No sean lectores fantasmas. Gracias.

Tengan lindo día/tarde/noche.

"Confusión De Amigas"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora