El aire se llenó de una mezcla de expectación y energía nerviosa mientras los estudiantes se congregaban en torno al marcador del examen parcial. El entusiasmo se apoderó de la multitud, creando una palpable sensación de competitividad que flotaba en el ambiente.
Las conversaciones llenan el espacio, susurros entre compañeros ansiosos que miran a uno y otro lado del marcador.
Entre la multitud, había focos de celebración y decepción. De vez en cuando, una ovación o un grito de júbilo se abría paso entre los murmullos, señalando momentos de triunfo o resultados inesperados.
Las exclamaciones de júbilo puntuaban el aire, seguidas de susurros apagados cuando los estudiantes compartían sus resultados con sus amigos, comparando ansiosamente las puntuaciones y buscando consuelo o validación.
A medida que me acercaba a la escena, el murmullo de voces se hacía más fuerte, mezclándose en una cacofonía de expectación. Los alumnos formaban un denso grupo, con los cuerpos inclinados hacia delante, ansiosos por ver sus nombres y su posición entre sus compañeros.
Era como si la tabla de clasificación fuera la clave de su autoestima, una representación tangible de sus logros académicos.
Contemplé el marcador, mis ojos escanearon la abarrotada lista de nombres. Los números parecían confundirse y me costó encontrar mi lugar entre el mar de resultados. Tras un momento de búsqueda, por fin localicé mi nombre y el corazón me dio un vuelco.
Había quedado en el puesto 57 de 276 estudiantes. Era un resultado respetable, objetivamente hablando, y que muchos considerarían un logro.
Pero mientras miraba las cifras que aparecían junto a mi nombre, me invadió una oleada de decepción.
Había estudiado incansablemente para el examen parcial, dedicando incontables horas a la preparación, con la esperanza de conseguir un puesto entre los 50 primeros. Era un objetivo que me había fijado, un indicador de éxito que validaría mis esfuerzos. Por eso, cuando descubrí mi posición en el marcador, me invadió una mezcla de frustración y determinación.Mientras suspiraba decepcionado, ensimismado en mis pensamientos, la voz de Nakamura rompió de pronto la bruma.
"Karuizawa, ¿cómo te ha ido?", preguntó, con un tono lleno de genuina curiosidad.
Me volví hacia él, con un atisbo de vulnerabilidad en mi expresión. "He quedado en el puesto 57", le contesto, con un deje de decepción en la voz.
"No está mal, pero esperaba estar entre los 50 primeros".
Nakamura asintió con empatía, comprendiendo el peso de mis expectativas. "Aún así lo has hecho bien", dijo con seriedad.
"Pero no dejes que eso te desanime. Las finales están aún por llegar, y tienes la oportunidad de lograr tu objetivo. Sigue adelante".
La empática inclinación de cabeza de Nakamura no hizo sino aumentar mi desconcierto. ¿Por qué un tipo tan excéntrico y relajado como él iba a ofrecerme de repente palabras de ánimo? No pude evitar sentir una punzada de frustración al expresar mis pensamientos
"¿Quién eres tú para decirme palabras de ánimo?". cuestioné, enarcando una ceja. "Y ya que estamos, ¿qué lugar ocupas en este marcador?".
La sonrisa juguetona de Nakamura se ensanchó al darse cuenta de mi curiosidad. "Ah, así que quieres saberlo, ¿eh?", bromeó.
"Bueno, ¿por qué no lo ves por ti mismo?"
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EL Abandono de la Sala Blanca - [ COTE ] (Traducido)
FanfictionEn los enigmáticos confines de la sala blanca, Ayanokouji Kiyotaka, la venerada "Obra Maestra de la 4ª generación demoníaca", se somete a un riguroso entrenamiento. Pero cuando los militares asaltan las instalaciones, Ayanokouji es finalmente liber...