Salí corriendo del baño y subí las escaleras a toda velocidad, con el corazón martilleándome en el pecho y la ansiedad corriendo por mis venas. Cada paso parecía una carrera contrarreloj, una lucha desesperada por llegar a la azotea.
Finalmente, salí a la azotea y allí estaba Maekawa, de pie, peligrosamente cerca del borde de la barandilla, con su silueta perfilada contra el cielo cada vez más oscuro del atardecer.
Se me cortó la respiración al verla, pero lo que realmente me sacudió fue la afirmación descarnada y carente de emoción que flotaba en el aire como una pesada nube.
"Si tanto sufres, quizá deberías suicidarte", la voz de Kiyotaka cortó el tenso silencio.
Con la respiración agitada, grité "¡No!" e instintivamente corrí hacia Maekawa, con el corazón latiéndome en el pecho.
La agarré del brazo y la aparté del peligroso borde de la barandilla. Los dos caímos sobre la superficie fría y rugosa de la azotea en un montón enredado. Sentía la adrenalina corriendo por mis venas mientras la abrazaba, intentando recuperar el aliento.
Mientras yacía allí con Maekawa, mi mente se agitaba. ¿Por qué le diría Kiyotaka que muriera? Era como si no le importara en absoluto su vida. Aquel escalofriante pensamiento me produjo escalofríos y no pude evitar la sensación de que algo iba muy mal.
No podía apartar la mirada del rostro de Kiyotaka. Era un rostro que no mostraba ningún signo de remordimiento, ningún atisbo de empatía y, por un breve instante, pareció como si estuviera desconcertado, casi como si no comprendiera la gravedad de lo que acababa de decir.
Apreté los dientes, con la ira hirviendo en mi interior. "Kiyotaka", dije, con la voz más firme pero llena de furia,
"eres un monstruo".
El silencio que flotaba en el aire era asfixiante, sólo roto por los lejanos sonidos de la ciudad. La expresión de Kiyotaka permanecía inmutable, sus ojos clavados en los míos, inquebrantables.No pude evitar preguntarme si había sido demasiado dura al tacharle de monstruo, pero la gravedad de sus palabras exigía una respuesta.
Entonces, en un cambio inquietante, la expresión de Kiyotaka se transformó. Sus ojos, antes llenos de una inquietante ambigüedad, volvieron a ser fríos y carentes de emoción.
Fue una transición chocante, que me transportó a la primera vez que me encontré con él. Aquella impresión inicial de una figura enigmática y carente de emociones había resurgido, haciéndome cuestionar si alguna vez llegué a comprender realmente las profundidades de su carácter.
El cambio en la actitud de Kiyotaka fue desconcertante. Sus ojos, que hacía unos instantes contenían un indicio de algo que yo no alcanzaba a comprender, volvieron a su estado frío y carente de emoción. Fue como si una puerta se cerrara de golpe, dejándome fuera tan eficazmente como la primera vez que nos vimos.
"Kei", habló finalmente Kiyotaka, con una voz tan gélida como su expresión.
"tienes razón. Soy un monstruo".
Sus palabras flotaron en el aire como una escalofriante confesión, provocándome un escalofrío. No podía creer lo que acababa de oír.
"¿Qué quieres decir?"
conseguí balbucear, con la voz temblorosa por la incredulidad. "¿Por qué dices eso?"
La mirada de Kiyotaka permaneció inflexible mientras empezaba a desentrañar el enigma de nuestra conexión. "Verás, Kei", dijo, con un tono carente de empatía.
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EL Abandono de la Sala Blanca - [ COTE ] (Traducido)
FanfictionEn los enigmáticos confines de la sala blanca, Ayanokouji Kiyotaka, la venerada "Obra Maestra de la 4ª generación demoníaca", se somete a un riguroso entrenamiento. Pero cuando los militares asaltan las instalaciones, Ayanokouji es finalmente liber...