Capítulo 12: Desamparados

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Las violentas tormentas no cesan, el estruendo de los truenos se escucha por todos lados en medio de la nada, potentes columnas de electricidad pura en su más alto voltaje recorren los cielos, cayendo de vez en cuando alguno que otro al furioso mar que se revuelca amenazadoramente creando grandes olas capaces de hundir enormes naves marinas sin el más mínimo esfuerzo.

En medio de tal inmensidad caótica de la naturaleza, sobrevuela un muy diminuto grupo de seres humanos, (entre ellos una mujer bestia) en busca de un sitio donde poder asentarse.

Era una lucha indirecta de resistencia.

Rudeus, haciendo gala de su poder mágico, capaz de doblegar a las leyes de la física, trataba de encontrar tierra firme antes de que, las crueles condiciones climáticas, le hiciesen imposible el salvar a las personas que trataba de ayudar.

Aquellos individuos, bastantes en cantidad.

Se encontraban inconscientes, y mejor así.

Pues la vista bajo sus pies puede llegar a ser traumática nada más despertar.

El desgaste de maná a la hora de usar aquella magia, la magia de gravedad, que usaba Rudeus ahora mismo para evitar la caída de aquellas personas, era mucho.

Por suerte, el pequeño mago, pequeño en tamaño, posee cantidades ridículas de maná. Sin embargo, aunque dicha cantidad es exagerada, sigue siendo finita.

Rudeus llevaba luchando ya por dos horas contra el potente viento.

Rogando por encontrar tierra firme pronto, antes de que su maná se agote, y terminen él y sus acompañantes enterrados por la frialdad del mar en medio de la nada absoluta, victimas del cruel destino.

Luchaba consigo mismo, y contra las condiciones atmosféricas que le dificultaban tanto el uso de sus sentidos, como también el mantener a salvo a las personas a su cargo, debido al constante peligro de un rayo o de una ola lo suficientemente alta como para tragarlos en cuestión de segundos. Sin contar con el peligro de toparse a alguna criatura alada, de nuevo.

Nada más aparecer frente a la nada, un Dragón Rojo solitario los atacó.

Rudeus, usando un potente hechizo de tierra, certero, con una incoherente experiencia que no debería de tener debido a llevar apenas 9 años viviendo en un mundo de fantasía, supuestamente, logró derribarlo.

Si quisiera, Rudeus bien podría deshacer la tormenta, pero cuando la misma comenzó, el llevaba ya tres horas buscando donde asentarse, sin contar el encuentro previo con el dragón, que ya lo tenía agotado nada más empezar. Haciendo así un total de cinco horas transcurridas desde el incidente de desplazamiento.

Por lo tanto, cuando la tormenta comenzó, y transformó la tranquilidad del mar en rabia, ya no podía concentrarse en usar otra magia.

El desgaste tanto físico como mental era demasiado grande.

Sin embargo, eso no implicaba que Rudeus se había rendido.

El nivel de concentración necesario para poder calmar a la naturaleza en sus circunstancias actuales era mucho mayor a la normal, pero, aunque demandante, no era imposible.

Solo necesitaba mantener la concentración por un largo tiempo.

Mientras trataba de no ceder ninguna de las vidas que de él dependían, trataba de mantener la calma para poder disipar la violenta tormenta.




Lo intentó, pero cuando ya estaba cerca de lograrlo, un rayo estuvo a centímetros de tumbarlo, por lo que se desconcentró.

MUSHOKU TENSEI: gemelos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora