.........2

31 1 0
                                    


Nací odiado por un mundo que ni siquiera me conocía. Antes de que pudiera tomar mi primer aliento, ya había quienes deseaban que no existiera. Al principio, no lo entendía. Era solo un niño, y los niños no comprenden esas cosas. Pero poco a poco, la verdad me fue alcanzando, como una ola lenta y densa que te envuelve y te hunde. Soy el hijo de Gol D. Roger, el Rey de los Piratas, el hombre más odiado por la Marina y temido por el mundo entero. Un rey, sí, pero ¿qué rey deja a su hijo con una corona de espinas?

Crecí con Dadan y sus bandidos. No era la mejor vida, pero era todo lo que tenía. Me trataban como un paria, como si en cualquier momento pudiera traicionar a todos por el simple hecho de llevar la sangre de Roger en mis venas. Las miradas, los susurros, las distancias que siempre mantenían conmigo... no eran palabras las que me aislaban, sino el miedo que me tenían. Aún me pregunto si Dadan alguna vez me vio como algo más que una carga.

Recuerdo los días de mi infancia como si hubieran sido sombras. Sombras de personas que pasaban, sombras de pensamientos que me perseguían. Todo el mundo parecía evitarme, como si pudieran oler el estigma en mí. Lo peor era que, cuanto más lo sentía, más comenzaba a creer que tenían razón. ¿Acaso tenía algún valor? ¿Acaso merecía vivir? La pregunta se me hacía cada vez más pesada.

Un día conocí a un niño que se convertiría en mi hermano, aunque al principio lo odié. Luffy. Nunca dejaba de sonreír, nunca dejaba de seguirme, como una mosca que no puedes sacudirte. No podía entender cómo alguien como él, tan inocente, podía querer estar cerca de alguien como yo. Pero lo hacía. Lo hacía, y a pesar de mis esfuerzos por alejarlo, se quedó.

Luego Sabo. A diferencia de Luffy, Sabo no era inocente. Sabo comprendía lo que era sufrir. Venía de una vida privilegiada, pero entendía lo que significaba ser esclavo de las expectativas de los demás, aunque él también buscaba algo más allá de su destino. Con Sabo encontré algo más que un hermano; encontré a alguien que compartía mis deseos de libertad. Los tres, con nuestros sueños, creamos una promesa de ir al mar, de ser libres. Pero, ¿qué es la libertad cuando tu destino ya está escrito?

Recuerdo las noches en las que, después de largas jornadas cazando en el bosque, me acostaba bajo el cielo estrellado. A veces, las estrellas me hablaban. O al menos así lo sentía. Les preguntaba por qué nací, por qué debía cargar con un legado que no pedí. Nadie me contestaba, por supuesto. Pero la pregunta siempre volvía: ¿Mereces vivir, Ace?

Los días con Luffy y Sabo me daban un sentido de pertenencia que nunca había sentido antes. Juntos, éramos una familia, una verdadera familia. Pero incluso con ellos, no podía sacudirme la duda. ¿Qué pasaría si supieran quién soy realmente? ¿Me seguirían queriendo? ¿O me abandonarían como el resto del mundo? Nunca tuve el valor de contarles la verdad.

Después de la tragedia con Sabo, mi vida cambió. Su pérdida me rompió, más de lo que estaba dispuesto a admitir. No quería que Luffy lo viera, no quería que supiera lo mucho que me dolía haber fallado en proteger a nuestro hermano. Fue entonces cuando supe que no podía quedarme en tierra. Tenía que salir al mar, no solo para cumplir nuestro sueño, sino para buscar respuestas a las preguntas que me atormentaban. Tal vez allá afuera, lejos de todo lo conocido, podría encontrar la paz que tanto anhelaba.

El océano es vasto, mucho más de lo que jamás imaginé. Y con esa vastedad vino una libertad abrumadora. Al principio, fue emocionante. Por primera vez en mi vida, no tenía que esconderme, no tenía que responder a nadie. Era solo yo y el mar. Pero esa libertad también vino con un precio. El silencio del océano a veces me pesaba más que cualquier palabra que pudieran haberme dicho. A solas, sin nada que me distraiga, esas viejas preguntas regresaban, más fuertes que nunca.

Cuando encontré a Barbablanca, todo cambió. O al menos, eso creí. Era una nueva oportunidad, un nuevo comienzo. Me dio una familia, algo que pensé que nunca tendría. Pero incluso entre ellos, una parte de mí siempre estuvo distante. Nunca dejé de preguntarme si me aceptaban por quién era o por lo que representaba. ¿Acaso Barbablanca me veía como su hijo, o solo como una herramienta? A veces me odiaba por siquiera dudar de él, pero no podía evitarlo. La duda siempre estuvo ahí, como una espina en mi costado.

A lo largo de los años, traté de convencerme de que había encontrado mi lugar en el mundo. Que había construido algo más allá de la sombra de Roger. Pero en el fondo, la pregunta seguía sin respuesta. ¿Mereces vivir, Ace?

...........>>

El niño que nunca debió nacer🔥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora