Capítulo 3

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—¿Qué sucede, Sunghoon? —preguntó Heeseung sin levantar la vista de los papeles sobre su escritorio.

—El joven modelo ya se encuentra aquí —informó Sunghoon con su habitual profesionalidad.

—Perfecto, dame un momento. ¿Cómo dijiste que se llamaba? —Heeseung rebuscó entre los documentos.

—Sim Jaeyun, Señor —respondió Sunghoon, lo que hizo que Heeseung se detuviera en seco. El asistente bajó la voz al percibir el cambio en su jefe—. Aunque creo que es la primera vez que se lo menciono. ¿Sucede algo, Señor?

Heeseung apenas lo escuchaba. Las manos, temblorosas, comenzaron a pasar las hojas con una rapidez inusual, buscando ansiosamente el nombre que tanto tiempo había estado tratando de olvidar. Y allí estaba, escrito con claridad: Sim Jaeyun. El mismo Sim Jaeyun que había conocido.

—Hazlo pasar —dijo Heeseung, sin levantar la mirada.

Sunghoon asintió, sin hacer más preguntas, aunque la repentina actitud de su jefe lo había desconcertado.

Heeseung se quedó solo en la sala, sus ojos clavados en la foto del chico que había deseado ver de nuevo, pero que hasta hace poco parecía una posibilidad tan lejana que se antojaba imposible. ¿Era esto una broma del destino? Hace tan solo unos días, había considerado irremediable no volver a cruzar caminos con él, y ahora lo tenía a tan solo unos metros.

El sonido de la puerta abriéndose lo sacó de su trance. Jaeyun había entrado, pero Heeseung no podía recordar las palabras que acababa de pronunciarle. Lo único que llenaba su mente era la imagen que tenía frente a él. Sus ojos no podían apartarse de aquel rostro familiar, como si quisiera asegurarse de que no estaba imaginando la figura que, alguna vez, había amado más que nada en este mundo.

"Es increíblemente hermoso", pensó Heeseung mientras lo miraba sin disimulo. Cada detalle de su apariencia le resultaba deslumbrante. Su complexión era delicada, casi frágil, pero se mantenía firme, proyectando seguridad. Era una combinación perfecta entre pureza y la ambición de alguien que quiere conquistar el mundo. Sim Jaeyun era, sin duda, la visión más etérea que tuvo el privilegio de presenciar: sus rasgos finos, sus ojos color almendra, sus labios impecablemente delineados. Heeseung sentía que lo estaba devorando con la mirada, pero no podía evitarlo. El chico frente a él parecía un ángel, el mismo que alguna vez tuvo entre sus brazos y, por su propia cobardía, había perdido.

—Señor, lamento interrumpir, pero no tenemos mucho tiempo —dijo Sunghoon, sacándolo abruptamente de su ensimismamiento.

—¿Qué pasa ahora, Sunghoon? —respondió Heeseung, algo irritado, aunque sin apartar la vista de Jaeyun.

—Acabo de revisar su agenda. Hoy tiene varios compromisos: la señorita Eunchae llegará pronto para discutir los preparativos del desfile. Además, el joven Sunoo ha pedido que su propio hermano le muestre la empresa, tal como indicó antes de venir. A las 5:00 p.m. tiene la visita del inversionista Choi San, y a las 7:00, el Señor Choi Soobin vendrá para hablar sobre las telas para los nuevos conjuntos...

Heeseung suspiró, frustrado. Sabía que no tenía tiempo para deleitarse en la presencia de Jaeyun como quisiera. Deseaba ser él quien le mostrara el área en la que trabajaría, presentarle a su equipo. Pero, con la apretada agenda que tenía, no sería posible.

—Entendido, Sunghoon —dijo, intentando controlar su frustración—. Acompaña al joven y enséñale su lugar de trabajo. Preséntale a las personas que consideres necesarias.

Sunghoon asintió y se dirigió a Jake, pero antes de que se marchara, Heeseung dio un paso al frente, capturando la atención de Jaeyun una vez más.

—Fue un placer conocerte, Sim Jaeyun —dijo con una sonrisa suave y, en un gesto inesperado, tomó la mano de Jaeyun, inclinándose levemente para besarle los nudillos.

El amor como el día en que nos conocimos - HEEJAKEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora