Capítulo 4

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—¿Qué se supone que estás haciendo, Sunno? —dijo Jay, fastidiado por el comportamiento de su hermano—. Pareces un niño.

—¡Soy un adulto! —aseguró Sunno, frustrado y alzando la voz, lo que hizo que algunos empleados volvieran la vista hacia ellos.

—Entonces compórtate como uno —lo regañó Jay, bajando la voz mientras sonreía hacia los curiosos. Luego le hizo una señal a su hermano con la mirada para que lo siguiera.

Una vez que llegaron a la oficina de Jay, este cerró la puerta y lanzó un suspiro cansado.

—¿Qué te dijo Heeseung ayer? —inquirió, acariciándose el entrecejo.

—Nada —respondió el rubio, desinteresado, mientras se paseaba por la oficina de su hermano y se sentaba en la silla empresarial como si fuera suya.

—Hablo en serio, Lee Sunno —dijo Jay, manteniendo la calma.

—Yo también lo estoy haciendo —replicó Sunno con una serenidad que no solía mostrar—. La cuestión es simple: Heeseung se comportó muy formal conmigo. Solo hizo lo que debía hacer, parece que se ha olvidado de que soy su hermano —soltó con una calma casi artificial—. Sonreía, pero no por mí.

—Sunno...

—No digas nada, por favor —pidió en un susurro audible mientras fingía revisar los documentos en el escritorio.

Jay sabía cuánto quería Sunno a su mayor, y también sabía que él, como hermano mayor, se sentía culpable por no apoyarlo cuando sus padres rechazaron el hecho de que el rubio sea un doncel. No es que Heeseung lo hubiera apartado como lo hicieron sus padres, pero la separación de su entonces novio, Jake, y el hecho de que no supiera dónde estaba, lo afectaron profundamente. Y en el caso de Jay, como siempre, estaba fuera del país, pero esa vez estudiando.

Sin embargo, había algo que el pelinegro se dio cuenta, aunque un poco tarde: Sunno había mencionado que Heeseung se veía feliz. Esa palabra no era algo común en él desde que el joven que había robado su corazón se fue.

—Sunno, ¿te puedo hacer una pregunta?

El rubio levantó la vista de los papeles, intentando descifrar lo que quería su hermano, aunque no podía predecir nada.

—Dime —respondió con una voz calmada, volviendo a concentrarse en los documentos.

—¿Qué significa "feliz" viniendo de Heeseung?

—Simple —dijo, dolido—. Cada vez que yo hablaba con un empleado, era inevitable no mirar de reojo su sonrisa casi idiota. Parecía ido, como si pensara en alguien.

Jay no preguntó más. Sabía que, si quería obtener respuestas, tendría que hablar directamente con su hermano y regañarlo por haber hecho sentir mal a quien se supone que debería hacer feliz. Pero primero tenía que lidiar con el "complejo de Sunno": su renuencia a cooperar con la empresa, que podría meterlo en problemas si no lo supervisaba. Necesitaba poner a alguien de confianza a su lado.

—Sunno, sabes las razones por las que creo que en este momento no puedes trabajar por tu cuenta. Has sido irresponsable.

—¿Qué me estás tratando de decir? ¿Qué, me impondrás un niñero? —dijo, nuevamente enojado.

—Solo quiero que mi hermano haga un trabajo impecable —respondió Jay, manteniendo la calma—. Tendrás a Sunghoon a tu lado. Es un buen chico y muy trabajador. Míralo como una oportunidad; él conoce muchas cosas de la empresa y será mejor resolver cualquier duda con él.

—No lo quiero —escupió Sunno.

—Deonu, esto no está en discusión —dijo Jay, y Sunno se sonrojó ante el apodo, pero se recompuso de inmediato; no se dejaría influenciar tan fácilmente.

El amor como el día en que nos conocimos - HEEJAKEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora