Eᴛᴇʀɴᴏ||❝ 𝐓𝐞 𝐚𝐦𝐨 𝐞𝐧 𝐭𝐨𝐝𝐨𝐬 𝐥𝐨𝐬 𝐮𝐧𝐢𝐯𝐞𝐫𝐬𝐨𝐬 ❞ Castiel, el celestial, que renació como la hija de Tony Stark y Wanda Maximoff.
Castiel, el celestial más poderoso de todos, aquel que creó a los mutantes y las gemas del infinito.
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El 24 de diciembre de 1996, el aire estaba helado y denso, una capa fría y oscura que envolvía el camino desierto.. Howard Stark, vestido de gala después de una velada elegante, condujo junto a su esposa, María. Las luces del auto cortaban la oscuridad como un faro perdido en medio de la noche. No había ruido, salvo el rugido constante del motor y el murmullo de la respiración de María, quien dormía tranquilamente a su lado.
Entonces, todo cambió en un instante.
De repente, el auto se tambaleó y derrapó, frenando bruscamente. Un impacto hizo que Howard se golpeara contra el volante, y el grito ahogado de María resonó a su lado. El mundo se volvió un caos confuso de luces y ruido, pero a medida que levantaba la vista, Howard vio a un hombre, parado frente a ellos que a penas pudo reconocer.
El Soldado del Invierno había aparecido como un espectro en la carretera, un espectro del pasado. Había hecho que el auto de los Stark se estrellara. María quedó inconsciente y herida en el asiento del pasajero, mientras Howard, aturdido y sangrando, salía del vehículo tambaleándose.
Se apoyó en el auto, tratando de recomponerse, pero sus pensamientos comenzaron a nublarse, a distorsionarse, las imágenes comenzaron a llegar a su mente de una forma repentina, arrastrándolo de vuelta en el tiempo.
En su mente, aparecieron los rostros de sus hijos fallecidos, Andrew y Damian. Podía ver sus ojos brillantes y llenos de inocencia. Los había perdido hace tanto tiempo, pero el dolor nunca se había ido. La risa de Andrew y Damian llenó su mente. Recordó las tardes soleadas en el jardín, corriendo detrás de ellos mientras sus risas inocentes resonaban por toda la mansión. Sentía sus pequeñas manos agarrando las suyas, sus voces llamándolo "papá" como si él fuera su héroe, alguien invencible.
Después, como un golpe inesperado, llegó el recuerdo de Castiel, el verdadero amor de su vida. Su risa alegre resonó en su mente, su sonrisa deslumbrante y su belleza imponente volvieron a llenar su corazón. La valentía y el espíritu indomable de Castiel, aquella alma que siempre lo había deslumbrado, lo envolvieron una vez más. No había un solo día en que no pensara en ella, en lo que fueron, en lo que perdieron juntos.
Recordó las noches en que Castiel se sentaba a su lado, cuando le leía cuentos o cantaba a sus hijos antes de dormir, sus ojos brillando con amor y calidez. Howard cerró los ojos, sintiendo como el dolor de haber perdido todo aquello volvía.
Andrew y Damian se habían ido, y luego también Castiel, su alma gemela, su primera y única esposa. María había sido un consuelo vacío, una sombra que nunca logró iluminar el abismo que dejó Castiel en su vida.
La imagen cambió, y Howard se encontró en aquella lúgubre mañana nublada en Nueva York. Las calles llenas de gente sollozando, el silencio pesado mientras los soldados cargaban el ataúd de Castiel. Su Castiel, que había caído como una heroína, pero que también se había llevado una parte de él al otro lado. Recordó estar parado allí, sintiendo que el mundo se desmoronaba a su alrededor, y las lágrimas que no podía dejar de derramar.
