Observo a las personas, no por lo que muestran, sino por lo que ocultan. Es un hábito que desarrollé con los años, tanto en mis negocios como en mi vida diaria. Y desde el primer día, algo en Camila Fernández me había llamado la atención. No era nada obvio ni descarado. Más bien, era su discreción lo que la hacía interesante. Esa manera de existir sin ser parte del bullicio típico de los estudiantes. Había algo en ella que aún no lograba descifrar, pero sabía que con el tiempo lo descubriría.
Hoy, mientras impartía la clase, mi atención volvía a ella de manera natural. No era solo su respuesta sobre la percepción del valor —que, por cierto, fue clara y precisa—, sino la forma en que se movía en este ambiente. Camila no parecía una estudiante típica. No hablaba con los demás, siempre estaba sola, y aunque participaba en clase, lo hacía sin el deseo de destacar que veía en tantos otros. Era como si solo estuviera ahí para cumplir su papel, sin esperar nada más.
Mientras respondía mi pregunta sobre la manipulación del valor, mis pensamientos vagaban a otras posibilidades. ¿Cuál es su historia? Hay algo en la forma en que habla, en la seguridad que a veces muestra y en los momentos de duda que atraviesan su mirada, que me hace pensar que hay más de lo que aparenta.
Cuando la clase terminó, la observé mientras recogía sus cosas. Los demás estudiantes se agrupaban rápidamente, riendo y charlando. Camila, en cambio, se movía con calma, como si no tuviera a nadie que la esperara. Una vez más, esa soledad me llamó la atención. ¿Por qué siempre sola?
Al ver que no se apresuraba a salir, decidí aprovechar la oportunidad.
—Camila —la llamé antes de que llegara a la puerta.
Se giró, visiblemente sorprendida, aunque lo ocultaba bien. Me acerqué un poco más, dejando los papeles sobre mi escritorio.
—¿Has considerado estudiar economía a fondo? —pregunté, interesado en saber qué la motivaba.
Por un segundo, dudó, lo noté en la manera en que sus ojos se entrecerraron, como si estuviera evaluando su respuesta.
—No lo sé... —dijo finalmente—. Nunca lo había pensado. Solo estoy tomando esta clase como parte de mi plan de estudios básico.
Interesante. Otra vez, una respuesta sencilla, sin adornos. Pero su manera de decirlo, como si no estuviera segura de qué dirección tomar, me decía más de lo que quería revelar.
—Tienes una buena intuición para el tema —le respondí, buscando provocar una reacción—. No muchos estudiantes captan la relación entre la psicología y la economía tan rápido como tú.
Vi en sus ojos una mezcla de sorpresa e incertidumbre. No era un elogio al azar, realmente lo pensaba. Pero también me intrigaba cómo lo tomaría. La mayoría de los estudiantes se hubieran sentido halagados, habrían sonreído y agradecido con entusiasmo. Camila, en cambio, permanecía serena, casi como si no supiera qué hacer con mis palabras.
—Gracias —dijo finalmente, aunque noté que aún estaba analizando la situación.
Asentí, dejando que se marchara. No tenía intención de presionarla más hoy. No era necesario. Hay ciertas cosas que es mejor dejar desarrollarse a su ritmo. Mientras la veía salir del aula, su paso seguro pero tranquilo, supe que ella era diferente. Y lo que la hacía diferente era algo que necesitaba entender.
Me quedé pensando en ella mientras terminaba de guardar mis cosas. Algo en su forma de actuar me recordaba a otras personas que he conocido en el pasado: personas que han tenido que aprender a sobrevivir sin depender de los demás. Soledad. Lo veo ahora, lo veo en ella. No la soledad de alguien que elige estar solo, sino la de alguien que no tuvo más opción.
Esa soledad, en muchos casos, es lo que da forma al carácter. Lo sé porque la he visto en otros antes. Y a menudo, quienes llevan esa carga tienen una fortaleza que no siempre es visible a primera vista.
Camila no era solo una estudiante más. Y esa soledad, esa vida que parecía ocultar detrás de su comportamiento tranquilo y distante, era algo que tenía que entender mejor.
Había algo más, y lo averiguaría. Ya sea en esta aula o fuera de ella, su historia no quedaría oculta para siempre.
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Mi Profesor Es Un Mafioso
RomanceCamila Fernández Valdés, una estudiante aparentemente reservada e inteligente, entra a la universidad con una fachada cuidadosamente construida: la de una joven huérfana de 18 años que solo busca un futuro mejor. Pero la verdad es mucho más oscura...