Lo vi salir de su oficina con esa calma calculada que siempre lo acompañaba, pero hoy había algo distinto en él. Leonardo. Hasta hace poco, solo había sido mi profesor, una figura de autoridad que, como cualquier otra, mantenía una máscara. Pero yo sabía quién era realmente, al igual que él había descubierto quién soy yo. Y todo lo que había pasado hasta ahora me llevó a este momento.
Esperé un segundo más, observando cómo desaparecía por el pasillo, antes de tomar la decisión que cambiaría todo. Tenía que actuar ahora.
Sin pensarlo mucho, me deslicé dentro de su oficina. El latido de mi corazón resonaba en mis oídos, pero no me dejé llevar por el pánico. Ya no era la chica buena que había fingido ser durante tanto tiempo. Mi fachada de estudiante ejemplar, de la niña inocente y solitaria, estaba a punto de romperse. Todo eso había sido parte del juego, hasta ahora.
Mis ojos recorrieron la habitación rápidamente, buscando cualquier indicio que me pudiera ayudar. Y ahí, sobre su escritorio, estaba su teléfono. Perfecto. Lo tomé en mis manos, sintiendo una descarga de adrenalina correr por mis venas. Lo primero que pensé fue que sería imposible desbloquearlo, pero después de unos minutos de probar y fallar, finalmente lo conseguí.
Lo que encontré hizo que mi respiración se detuviera por un instante.
Había descubierto todo. Mi verdadera identidad, mi conexión con Diego, y más que eso, estaba planeando secuestrarme.
Las palabras en los mensajes eran frías, calculadas, como todo lo que hacía Leonardo. No había duda. Sabía exactamente quién era yo y lo que había estado haciendo aquí. Mi fachada de estudiante no había funcionado tan bien como pensé, o tal vez lo había subestimado. Leonardo no era tan fácil de engañar como otros.
Mi mente corría mientras procesaba todo. Tenía que salir de allí, ahora mismo.
Dejé el teléfono en su lugar, asegurándome de que nada estuviera fuera de lo normal, y salí de la oficina lo más rápido y silenciosamente que pude. Mis pasos resonaban en el pasillo vacío de la universidad, pero mi mente estaba en otra parte. Ya no había vuelta atrás. El juego había terminado, y ahora, la caza había comenzado.
Al llegar a mi coche, mis manos temblaban ligeramente mientras sacaba las llaves. La adrenalina seguía corriendo por mi cuerpo, pero sabía que tenía que mantenerme enfocada. Mi fachada se había roto, y con ella, todo el plan de Diego. Pero esto no había terminado. Todavía tenía opciones.
Subí al coche y cerré la puerta de golpe, sintiéndome un poco más segura entre el metal y los vidrios oscuros. Inmediatamente, le di una orden a Alexa.
—Alexa, llama a Diego.
El sonido del teléfono marcando hizo que mi corazón latiera aún más rápido. No podía permitirme fallar ahora.
Diego respondió al instante, su voz grave y autoritaria al otro lado de la línea.
—Camila —dijo, con su tono siempre directo—. ¿Qué pasó?
—Leonardo me descubrió —respondí rápidamente, sin perder tiempo en rodeos—. Sabe quién soy, y está planeando secuestrarme.
Hubo un breve silencio al otro lado de la línea, un silencio que me hizo pensar en las mil formas en que esto podría terminar. Sabía que Diego estaba calculando todo, evaluando la situación en cuestión de segundos. Pero lo que más me preocupaba era su reacción.
—¿Ya? —dijo finalmente, con un tono de sorpresa contenida—. No pensé que te descubriría tan rápido.
Me mordí el labio, mi mano apretando el volante. Yo tampoco.
—Al parecer, no es tan estúpido como creíamos —respondí, con una mezcla de frustración y admiración—. O tal vez... tal vez no se dejó llevar tanto como pensé. Me investigó demasiado a fondo. Sabía que estaba cerca, pero no imaginé que actuaría tan rápido.
Diego guardó silencio por unos segundos más. Podía escuchar su mente trabajando, cada engranaje moviéndose mientras intentaba encontrar la mejor solución.
—Escucha, Camila, esa casa ya no es segura —dijo finalmente—. Quiero que te vayas de inmediato. Te enviaré las coordenadas de otro lugar, más discreto. No te quedes ahí ni un segundo más.
Asentí, aunque él no podía verme. Sabía que lo que decía era cierto. Ya no estaba segura aquí. Mi vida como la estudiante inocente había terminado, y ahora tenía que volver a lo que siempre había sido: una sobreviviente.
—De acuerdo —respondí, encendiendo el motor del coche—. Me dirijo allí ahora.
Pero antes de colgar, sentí que algo dentro de mí se rebelaba. No era miedo. Era rabia.
—Diego —dije, mi voz más firme esta vez—. No te preocupes por Leonardo. Él puede ser un mafioso, pero yo soy mucho peor que él. Si cree que me va a cazar fácilmente, se equivoca. No voy a hacer esto sencillo.
Diego soltó una risa seca al otro lado de la línea.
—Eso es lo que quería escuchar. Mantente a salvo. Nos vemos pronto.
Colgué la llamada y, sin perder más tiempo, aceleré. La universidad, la ciudad, todo empezó a desvanecerse detrás de mí mientras me alejaba de ese lugar que ya no podía llamar refugio.
Mi profesor era un mafioso. Claro. Pero lo irónico de todo esto era que yo también lo era, solo que era mucho peor que él. Y ahora que sabía lo que planeaba, haría todo lo que estuviera a mi alcance para darle pelea.
Si venía por mí, no se lo iba a poner fácil.
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Mi Profesor Es Un Mafioso
RomantikCamila Fernández Valdés, una estudiante aparentemente reservada e inteligente, entra a la universidad con una fachada cuidadosamente construida: la de una joven huérfana de 18 años que solo busca un futuro mejor. Pero la verdad es mucho más oscura...