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—Si lo deseas puedes quedarte a almorzar conmigo y seguimos leyendo. No son muchas entradas porque lamentablemente Irina no tuvo la oportunidad de escribir más. Tendrías tu tarde libre luego de esto —comentó Casiano dejando el diario sobre la mesa de café y miró su estómago—. Yo debería darme un baño y vestirme de manera decente primero.

—Te lo agradezco, pero no creo que eso sea lo mejor. Puedo terminar de leer lo que falta por mi cuenta en casa y devolverlo mañana si te parece bien —replicó Valentino dejando que sus ojos se dirigieran a los pectorales marcados del moreno y apartó la vista de inmediato. Estaba intentando volver a construir sus barreras defensivas aunque le parecía una tarea inútil teniendo al otro tan cerca. Era terco cuando se lo proponía.

—Yo te lo prestaría otra vez con todo gusto, pero no creo que puedas llevártelo. Fue posible que lo tuvieras una noche gracias a que tuve que calmarla. Ella se pone inquieta cuando el diario no está —susurró el chico dirigiendo su vista hacia los ventanales. No había nada más que un extenso bosque verde que se apreciaba a través del cristal. A menos que estuviera viendo cosas donde no las había.

—¿Ella? ¿A quién te refieres? —cuestionó el rubio como si se tratara de una novedad. Quizá pretender desconocimiento hacía que las cosas que había observado no fueran reales.

—¿Anoche viste algo, verdad? En la columna de luz. Además de las polillas había alguien allí —dijo el chico de tatuajes y volvió a mirarlo con seriedad—. Aquella vez en el bosque te hice una broma acerca de que eras demasiado asustadizo. Pero estoy seguro de que tu reacción se debió a que la viste también.

—Sí. Había una mujer con velo negro y polillas blancas volando a su alrededor. Llevaba un vestido antiguo y se perdió entre los árboles cuando la miré. Creo que es lo mismo que observé anoche.

—Es real, Valentino. Lamento haberlo jugado a broma aquella vez.

—¡Mierda! Ahora que lo puse en palabras y lo dije en voz alta me da miedo de verdad —dijo el rubio y en ese momento se presentó en su mente la conversación que había tenido con su hermano el día anterior—. ¡Marco!
—¿Qué pasa con él?

—Según me contó mi hermano, lo metieron a una institución de salud mental porque decía que veía polillas y una mujer en el rincón de su cuarto. ¿Quién es o qué es esa cosa, Casiano? —exigió con total seriedad.

—Es un familiar. No un pariente o miembro de la familia. Sino un familiar.... —explicó el moreno rascando su nuca.

—¿Como el de las brujas? —cuestionó Valentino interrumpiendo a su amigo. Estaba intentando que el descreimiento no le ganara la partida.

—Sí. Es eso. Si bien no creo que Irina haya sido una bruja, le dio vida a esa cosa con su dolor. Ella ha estado defendiendo a los Blackwood desde el final de mi ancestro. Pero quiero que lo leas en el diario para entenderlo y también necesito ponerte a salvo. Ella tiene que sentir que eres parte de mi familia para no dañarte.

—¿Por qué me haría daño? Me estás asustando de verdad —exclamó Valentino y miró a través de la ventana. Quizá su amigo sí había visto algo que él no podía ver. Luego miró alrededor de la habitación y detrás de los muebles. Estaban solos.

—Ayer cuando me empujaste ella apareció. Cuando sintió que Marco me ponía en peligro con sus comentarios y alentada por mi hechizo, lo torturó por las noches. Y yo no supe cómo detenerla. Era muy joven en aquel momento y no tenía poder sobre ella —dijo en un suspiro y su semblante se volvió triste. Era impresionante como Casiano podía tener los ojos más brillantes del mundo y luego estos podían volverse pozos oscuros en tan solo un segundo. El muchacho comenzó a pellizcar la piel entre su dedo pulgar e índice como cuando era adolescente y se ponía nervioso. Valentino lo había visto hacer eso decenas de veces—. Acarreo con su presencia desde que mi madre me dio el diario de Irina antes de morir.

—Lo siento, Casiano. La verdad no sé qué decir. Tu papá... ¿Tuvo ella algo que ver con su muerte?

—No. Eso fue solo el destino. Protegí a mi maltratador padre hasta el último día. No dejé que ella le hiciera daño y muchas veces solo bastaba que su mano de uñas largas lo empujara desde la cima de las escaleras. Pero no se lo permití. No después de saber lo que había sucedido con Marco. ¡Qué raros somos los humanos! Lastimamos a quienes más queremos y a veces seguimos allí cuando nos lastiman. Puedo entenderte, ¿sabes?

—Me alegra de que puedas empatizar un poco —dijo el rubio y sonrió un poco. No iba a confesarle que su enojo con él estaba quedando en el pasado.

—Ella sigue a cada dueño del diario y lo cuida. De una manera retorcida, pero lo hace. Se que no vas a lastimarme, Valen. Pero no quiero que por mi culpa pase algo malo. Hay un hechizo que podemos hacer para que ni siquiera registre tu presencia.

—¡No! No más hechizos —dijo Valentino tajante y negó con la cabeza—. Ya sabemos adónde conduce eso.

—Solo uno más. Para ponerte a salvo. Es lo único que te pido —interrumpió Casiano, implorando con la voz y la mirada. Valentino podría haberlo odiado antes, pero solo con ese gesto quería protegerlo de cualquier mal. Era obvio que su comportamiento tenía que ver con su infancia.

—¿Cómo es posible que a pesar de los años que pasaron y lo que sucedió entre nosotros yo decido seguir tus juegos? Debería ir al psicólogo. Parezco uno de esos tipos que permanecen en relaciones enfermizas. Algo tóxico.

—¡No seas exagerado! Éramos unos chiquillos y estábamos ena... —dijo esas palabras y se calló al instante. Sus gruesos labios rojos se quedaron pegados con fuerza para no continuar y se puso de pie—. Necesito tu número de celular.

—¿Para qué lo quieres?

—Para llamarte esta noche antes de ir a buscarte. Tenemos que hacer el conjuro de protección.

—¡Dios! Eres imposible. —Valentino exhaló derrotado—. No hagas que me arrepienta de darte esta oportunidad, Cas.

—¿Me llamaste Cas? —sonrió el moreno y su rostro parecía un cielo lleno de fuegos artificiales—. Como me llamabas antes. Creo que podría morir aquí mismo y sentir que me he ganado el cielo.

—¡Qué dramático! —Valentino puso los ojos en blanco y aceptó el celular que el otro le había entregado. Sus dedos se rozaron otra vez y el rubio aclaró su garganta. Registró su número de teléfono allí ante la atenta mirada de Casiano que no borraba la sonrisa de su cara.

—Ahora estaremos conectados otra vez.

—Creo que sí. Entonces, nos vemos más tarde, supongo —dijo Valentino tomando su mochila y miró el diario sobre la mesa. Quería llevárselo porque le parecía un tesoro que debía ser protegido a toda costa. Casiano notó esa larga mirada entonces tomó el libro de tapas de cuero, abrió la mochila de su amigo y lo guardó allí dentro poniéndole la mochila en su espalda cuando estuvo de pie. También puso una mano en su cintura y lo guió hasta la puerta principal.

—Dijiste que no podías dármelo. ¿Qué pasará con ella? ¿Va a enfadarse?

—Haré que entienda razones. Ni siquiera noté su presencia en todo este rato que estuviste en la casa. A veces se distrae viendo arañas tejer sus telas y le divierte ver cómo intentan atrapar a sus polillas y no pueden —comentó el moreno y Valentino fue atacado por escalofríos que lo recorrieron entero—. No creo que te considere una amenaza. Tranquilo. Pero para estar seguro haremos ese hechizo más tarde.

—Está bien.

—Nos vemos esta noche, Valen. Me hace feliz verte. Tú y yo, juntos hasta el final. ¿Recuerdas? Cuida el diario de Irina.

Valentino sonrió ante esas últimas palabras y asintió con la cabeza. Casiano había dicho una de las frases que siempre usaba cuando eran adolescentes y se separaban por unas horas o durante el fin de semana. Le dedicó una sonrisa amable antes de marcharse y decidió que no iba a llamar a un taxi. Tenía a lo sumo media hora de caminata hasta su casa y eso le haría bien. Necesitaba respirar el aire limpio del pueblo y contemplar el verde de los campos para calmar su mente. Un poco de paz hasta que el cielo se pusiera otra vez un vestido hecho de estrellas y la oscuridad saliera del bosque en puntas de pies para hacer travesuras.

PERVERSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora