TERCER CAPÍTULO

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Mientras las cosas con Max parecían confusas, Sergio ya había logrado llegar a Mónaco. El vuelo había sido silencioso, y durante todo el trayecto su mente no paraba de darle vueltas a lo que había pasado.

Al salir del aeropuerto, se dirigió directamente a su departamento, sintiendo una mezcla de vergüenza y confusión. ¿Qué había hecho? Sabía que Max era una buena persona, que nunca le haría daño intencionalmente, pero las cosas entre ellos eran complicadas. Max estaba en una relación, y Sergio acababa de salir de un matrimonio roto por la infidelidad. No podía repetir el ciclo, no podía lastimar a otra persona como lo habían lastimado a él.

Cuando entró en su hogar, lo primero que hizo fue buscar a su hijo. Al verlo dormido, respiró con alivio. Su pequeño Yuki era su refugio, el único aspecto de su vida que lo mantenía firme y anclado a la realidad. Caminó suavemente hasta su cama, observándola en silencio por unos momentos, antes de salir del cuarto y cerrar la puerta con cuidado. Necesitaba pensar, y estar con su hijo lo ayudaba a calmar sus pensamientos.

Se sentó en el sofá, mirando hacia la ventana con vistas al Mediterráneo. Pensaba en llamar a Charles y contarle lo que había sucedido, pero después de varios intentos sin respuesta, se rindió. Se recostó, dejando que el peso del día lo envolviera.

Todo había sido un error. O al menos, eso quería creer. Pero entonces, ¿por qué no podía dejar de pensar en Max? Suspiró profundamente, cerrando los ojos. Quizás, con el tiempo, las cosas se aclararían. Por ahora, solo quería concentrarse en ser un buen padre y en tratar de entender qué era lo que realmente sentía.

Pero mientras checo se dormía entre esos pensamientos dos individuos en otro hotel cercano al de la fiesta despertaban juntos, ya que la luz del atardecer comenzaba a colarse a través de las cortinas de la habitación de Carlos y Charles. Ambos se encontraban abrazados, todavía enredados en las sábanas, con una paz y felicidad que pocas veces podían disfrutar en sus vidas llenas de carreras y compromisos.

Y es que para ellos todo comenzó de manera inesperada, durante una cena en la que solo pretendían relajarse después de una agotadora carrera. Entre risas y conversaciones, hubo un momento de silencio, una mirada que duró más de lo habitual. Ninguno de los dos dijo nada, pero algo cambió esa noche.

Poco a poco, lo que empezó como una amistad cercana se transformó en algo más profundo. Una caricia en el hombro, una sonrisa cómplice, hasta que, una noche, Carlos se atrevió a besar a Charles y desde entonces, supieron que no podían esconder lo que sentían. Aunque al principio tenían dudas sobre cómo contarlo a sus amigos, estaban seguros de una cosa: querían estar juntos, sin importar lo que pensaran los demás. Y es así como hoy en día se encontraban juntos compartiendo habitación.

—Buenos días —murmuró Carlos en voz baja.

Charles, aún adormilado, abrió los ojos y lo miró con una sonrisa tierna.

—Buenos días, amor —respondió mientras acariciaba el brazo de Carlos—. ¿Sabes? No hay mejor manera de despertar que así, contigo.

Ambos se quedaron en silencio unos segundos, disfrutando de la tranquilidad del momento. Sin embargo, Charles fue el primero en romper la calma, recordando lo que había visto la noche anterior en la fiesta.

—Oye, amor... Anoche, ¿viste a Max y a Checo? —preguntó Charles, con una pequeña sonrisa traviesa.

Carlos asintió, divertido.

—Lo vi todo. No podían quitarse los ojos de encima.

—Sí... hay algo entre ellos, lo sentí. Aunque Checo estaba bastante borracho, no puedes negar la conexión que tienen —comentó, riéndose suavemente al recordar.

ENTRE RIVALIDAD Y DESEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora