UNDÉCIMO CAPÍTULO

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Después de un agradable almuerzo con Yuki, Sergio decidió llevar a su hijo a dar una vuelta por la pista. Ferrari estaba haciendo una serie de promociones con autos nuevos, y el evento incluía la oportunidad de ver a Charles y Carlos en acción. La emoción en el ambiente era palpable, y aunque Sergio no estaba directamente involucrado en las actividades de Ferrari, no podía evitar sentirse impresionado por el despliegue.

Se acomodaron en una zona con una buena vista de la pista, donde ambos se sentaron a disfrutar del espectáculo. Sergio estaba absorto observando las maniobras de los pilotos de Ferrari cuando, sin darse cuenta, Yuki comenzó a aburrirse. Como todo niño curioso, decidió que era momento de explorar. Sin decir nada, se levantó y empezó a caminar en dirección opuesta, buscando algo más emocionante que hacer.

Mientras tanto, Max estaba saliendo de las oficinas tras una reunión y decidió ir a ver a Carlos en la pista. Aún le rondaban en la cabeza los pensamientos de la mañana, y, sin darse cuenta, caminaba distraído hasta que sintió una mirada intensa que lo detuvo en seco. Al voltear, vio a Yuki mirándolo fijamente con el ceño fruncido. Max lo reconoció de inmediato, pero antes de que pudiera decir algo, el pequeño cruzó los brazos y lo confrontó de la manera más directa que podía.

—¿Por qué sigues a mi papá? —preguntó Yuki, con voz firme pero infantil, claramente molesto.

Max, sorprendido, se agachó para ponerse a la altura del niño y sonrió, aunque un poco desconcertado. —¿Seguirlo? —repitió, sin entender del todo al principio. Luego, al recordar su encuentro anterior en el restaurante, captó la situación—. Ah, no, no estoy siguiendo a tu papá. Es pura coincidencia que nos hayamos encontrado otra vez.

Pero Yuki no parecía convencido. A sus ojos, Max estaba claramente acechando a su papá, y eso no le gustaba nada. —No me mientas —dijo, frunciendo más el ceño—. Mi papá no necesita a nadie más, ¡me tiene a mí!

Max no pudo evitar reír ante la declaración posesiva del pequeño, pero entendió que la situación requería una explicación más clara. —Tienes razón, tu papá te tiene a ti, y eso es lo más importante —dijo Max, con tono amable—. Pero, déjame explicarte algo. A mí me gusta mucho tu papá... como amigo. Lo conocí hace mucho tiempo, cuando tú eras solo un bebé.

—¿Un bebé? —Yuki parpadeó, algo sorprendido—. ¿Conociste a mi papá cuando yo era un bebé?

Max asintió. —Sí, pero él no te llevaba a las carreras. Quería protegerte de todo este mundo. Es complicado a veces, ¿sabes?

Yuki, aunque todavía no del todo convencido, empezó a bajar la guardia. —¿Y por qué te gusta mi papá? —preguntó, ahora más curioso que molesto.

Max suspiró, sabiendo que tenía que ser honesto sin sobrecargar al pequeño con demasiada información. —Porque es una persona increíble. Es bueno, trabaja mucho y siempre cuida de las personas a las que quiere... como tú. Pero, a veces, creo que no me presta mucha atención. No me escucha. —Max sonrió, casi de manera resignada—. Es un poco difícil hacerme amigo de él.

Yuki, con la simplicidad y sinceridad de un niño, inclinó la cabeza y lo miró pensativo por un momento. Luego, con una sonrisa traviesa, dijo: —Yo puedo ayudarte.

Max lo miró sorprendido. —¿Tú?

—¡Sí! —Yuki se enderezó, como si acabara de tomar la decisión más importante de su vida—. Yo soy su hijo, así que puedo decirle que te hable más. ¡Voy a hacer que sean más amigos! —Declaró con determinación, extendiendo su mano hacia Max como si estuviera sellando un trato.

Max, encantado y al mismo tiempo divertido, tomó la pequeña mano de Yuki y la estrechó con cuidado. —¿De verdad harías eso por mí? —preguntó, sonriendo.

ENTRE RIVALIDAD Y DESEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora