30. Cuando los cuervos cantan

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Narrador Omnisciente

Un chico de largo cabello se encontraba en un bosque desconocido, sostuvo el costado de su torso adolorido. Había tenido una batalla en la que por suerte logró huir, pero no logró salir ileso.

Por otro lado una muchacha de largo cabello rojo se encontraba en su cabaña arreglandose, al ver que no tenía las frutas necesarias para el desayuno tomó su bolso y se dirigió a la puerta principal.

—¡Chío, ya regresó! —le avisó a su hermana mientras que se colocaba sus zapatos.

Mientras que caminaba por uno de los tantos senderos hechos por ella misma se acercó a unos arbustos, tomó con cuidado sus bayas pero un estruendo la paralizó. Se puso de pie y observó a su alrededor, no había nada, pero sus ojos se clavaron de golpe en un cuervo que había soltado un graznido.

Con cuidado dejó el bolso en el suelo y como si su pelo tuviera vida propia se elevó en el aire, estuvo a punto de dar un paso hasta que vio una mano sobresalir de otro arbusto. Con cuidado se acercó y apartó las ramas.

Quedó fascinada al ver a ese chico frente a ella, estaba inconsciente y lucía herido, con su dedo tocó su mejilla, «Que lindo...», pensó al ver como se removía en su lugar. Creó un par de clones e hizo que lo cargaran mientras que ella volvía a tomar su bolso y regresaba a la casa. Deseaba ayudar a ese chico tan misterioso.

—Oye, ¿qué piensas prepa...? ¡¿qué hace un humano aquí?! —exclamó inquieta su hermana menor.

—Shh, vas a despertarlo —le advirtió la pelirroja mientras que dejaba las cosas en la cocina.

—¿Por que trajiste a un humano? —farfulló la albina cruzándose de brazos.

—Está herido, ¿no ves? Solo voy a curarlo.

—No puedes estar hablando enserio. Shinku, ¿acaso ya olvidaste lo que pasó con el Tercer Hokage? ¡¿no aprendiste nada de los asquerosos humanos?!

—¡Ya basta, Chío! —ordenó la mujer mientras que su cabello volvía a elevarse— No solo tu decides en esta casa, será mejor que regreses a tu zona, no quiero que te vea.

La chica de ojos blancos dio media vuelta regresando al sótano sin decir otra palabra. Le enfurecía estar en contacto con los humanos, los veía como una especie inferior, fáciles de manipular y patéticos.

Shinku llevó al pelinegro hasta su habitación y lo dejó en su cama. Con cuidado le quitó su camisa y observó su herida, no era mortal, acercó sus manos a la herida y un aura de color verde rodeo sus manos. Sabía lo básico de ninjutsu médico así que no haría gran cosa, o eso creyó.

Al ver como el chakra se tornaba de un color rojizo paró de inmediato, sintió como una parte de ella se conectaba a ese chico, lo que hizo que saliera rápidamente de la habitación. No entendía que había hecho, pero sabía que era malo, una parte de su energía ya no estaba y podía sentir una extraña conexión con ese muchacho.

Tomó su botiquín de primeros auxilios y regresó al cuarto, iba a curarlo de manera tradicional. Al terminar de coser su herida se fijó en su rostro, su flequillo enmarcaba a la perfección su rostro, acercó su mano a su cabello y lo acarició, para Shinku era como acariciar una cascada.

Observó su capa, estaba rota. En el tiempo que estuvo buscando un hogar con su hermana aprendió bastantes cosas gracias a los humanos que conoció, una de ellas era coser; buscó una aguja y un hilo negro y se sentó al lado del chico para coser la extraña capa, tenía unas nubes rojas que la intrigaron bastante.

Luego de terminar de arreglar la camisa se dedicó a dibujar la nube, parecía un logo, aunque no sabía de que. También se tomó el tiempo de dibujar el collar que traía, y su banda ninja. Nunca olvidaría ese símbolo, se asemejaba a una hoja y aun remolino, la única aldea con ese logo era Konohagakure. Pero estaba tachada, según lo que había escuchado significaba que era un ninja renegado.

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⏰ Última actualización: 7 days ago ⏰

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Patadas de Ahogado「Shikadai Nara 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora