–Mæ̀, estoy bien– suspiro Faye mientras finalmente se metía en la cama casi a las tres de la mañana.
La alfa fue dada de alta del hospital de Prachinburi a las siete de la tarde del día anterior, pero su vuelo se retraso casi cuatro horas, lo que la obligó a tomar un vuelo a la una de la madrugada. Estaba tan cansada y tan drogada por los analgésicos que estaba segura de que podría haber caminado más rápido hasta Bangkok. Los efectos de los analgésicos se le pasaron en algún momento del vuelo y volvió a la realidad de golpe.
Su madre no hizo más que acribillarla con llamadas preocupadas casi cada hora hasta que supo que su hija estaba sana y salva. Faye elogió el impulso que la obligó a comprar Airpods inalámbricos porque le habría resultado imposible mover sus muletas y hablar con su madre por teléfono al mismo tiempo.
–¡Faye, estas herida! Necesitas que alguien te cuide y ¿Quién mejor que tu madre para cuidarte?– la madre de Faye estaba intentando convencer a su hija de que regresara a su casa en Prachinburi mientras se le curaba el tobillo. Faye perdió la cuenta de cuántas veces le dijo que no, pero su madre era persistente.
Suspiró mientras se arropaba bajo las mantas e ignoró el hecho de que todavía estaba completamente vestida. La voz preocupada de la mujer del otro lado de la línea fue suficiente para evitar que la alfa se desmayara de agotamiento.
–Mæ̀, por favor– La voz de Faye se volvió entrecortada por lo cansada que estaba –¿Podemos hablar mañana? Acabo de llegar a casa y necesito dormir.
–Será mejor que me llames en cuanto te despiertes, o iré a Bangkok y te arrastraré a casa yo misma– su madre era bastante aterradora. Aunque Faye era mucho más alta que ella y posiblemente era la más alta de la familia y la única alfa, todavía se inclinaba ante su madre.
–Lo haré– bostezó Faye– Lo prometo–.
Satisfecha, la mujer terminó la llamada y Faye se desmayo con sus Airpods todavía en sus oídos. Sus ronquidos resonaban en las paredes de su apartamento y amplificaban el ruido. Faye normalmente dormía tranquilamente y apenas se movía de la cama,pero hoy, después de haber tomado analgésicos, roncaba como tren de carga y se agitaba como si la estuvieran atacando en sus sueños.
En un momento dado, se cayó de la cama y se estrelló de trasero contra el suelo de madera. Por suerte, lo único que quedaba en la cama era su tobillo roto, atrapado entre una montaña de sábanas enrrolladas y justo en el borde. Pensó en quedarse en el suelo y dormir así, pero sonó un golpe bastante fuerte en la puerta.
–¿Quién es?– gritó mientras intentaba levantarse sin éxito. Su cuerpo se sentía como si toda la sangre en su sistema hubiera sido reemplazada por plomo. No podía moverse.
–¡Soy yo!– gritó la voz de June –¡Escuche un golpe y, como tu mejor amiga, tengo que asegurarme de que estés bien!–
Faye sonrió para si misma. June era dulce. Pero ¿Era la niña de siete años lo suficientemente fuerte como para levantar a Faye y ayudarla a volver a la cama?
–¡Estoy bien!–gritó Faye para tranquilizarla–¡El código es cuatro, dos, siete, ocho!–.
La niña marcó los números y entró corriendo. Sus pies con pantuflas se detuvieron cuando vio a Faye tirada en el suelo con una pierna todavía en su cama. Sus ojos se abrieron de par en par mientras gritaba por su madre. La forma en la que llamo a Yoko hizo que pareciera que Faye había sido asesinada. Ese punto solo se reafirmó cuando Yoko apareció en la puerta jadeando y con un cepillo para el cabello atorado de un lado.
–P'Faye, ¿Por qué estás en el suelo?– preguntó la omega mientras se agachaba para levantar a la alfa.
–Estaba durmiendo y me caí de la cama– explicó Faye mientras Yoko la ayudaba a volver a su cama.
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Cambios
FanfictionFaye, una super estrella de cine y Miss Grand Thailand, tenía cientos de nombres de omegas en su teléfono. Nunca le faltó la atención de las omegas femeninas. Pero todo cambia con el tiempo, así es la vida. A veces los cambios vienen en forma de un...