Capítulo 5: El comienzo de algo

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Olivia

Tan pronto como se abre la puerta de casa, la embestida es inmediata. Mis cinco hermanos, los pequeños (y no tan pequeños) monstruos, me acorralan con mil preguntas que se mezclan en un caos absoluto. Solo logro entender una palabra entre todo ese barullo: "Gavi". Al instante, me hierve la sangre. No ha pasado ni un minuto desde que he entrado y ya están con eso.

—¡Oye, Oli, cuéntanos lo de Gavi! —grita Miguel, el quinto de los hermanos, mientras Lucas, el sexto, se cuelga de mi brazo, casi arrastrándome hacia el salón.

—¿Es tu novio? —pregunta Lucas con sus ojos llenos de curiosidad, mientras los demás se ríen.

—¡Venga, dinos! ¡Queremos los detalles! —insiste Rodrigo, el mayor, que a pesar de estar estudiando Medicina, se comporta como un adolescente más cuando se trata de cotilleos familiares.

Estoy a punto de lanzarles un sermón, cuando un suave carraspeo, inconfundible y cargado de autoridad, corta el caos. Mamá, de pie en la puerta de la cocina, nos mira con una ceja alzada, y de inmediato, todo el ruido cesa. El poder de ese carraspeo siempre ha sido mágico.

—Todos a la mesa, es hora de cenar —anuncia, mientras vuelve a la cocina.

Nos movemos como si alguien hubiera dado la orden en un cuartel militar, con la diferencia de que en lugar de cascos y uniformes, hay platos y cubiertos esperando en la mesa.

Tomamos asiento en silencio, pero el ambiente está lejos de ser tranquilo. Puedo sentir cada mirada clavada en mí. Mis hermanos están expectantes, incluso los más pequeños, que a veces se distraen con cualquier tontería, están centrados en una sola cosa: yo, y el "supuesto" noviazgo con Gavi.

Miro a mi plato, deseando desaparecer por un segundo, pero es inútil. Siento el peso de las miradas y sé que no me queda otra que enfrentarme a la tormenta.

—Entonces, Olivia... —empieza Rodrigo, rompiendo el silencio.

Las preguntas vuelven a dispararse como proyectiles. Miguel y Lucas están a punto de explotar de la curiosidad, y Carlos, que debería ser el sensato, solo añade más leña al fuego.

—¿Cómo os conocisteis? —pregunta Carlos con una sonrisilla.

—¿También monta a caballo? —añade Lucas, provocando una carcajada general.

—¡Mira que eres tonto, Lucas! ¡Gavi juega al fútbol! —responde Manuel, dándole un suave golpe en la cabeza. Lucas lo ignora y sigue mirándome, esperando una respuesta.

El bullicio regresa, y justo cuando creo que la situación no puede volverse más incómoda, papá carraspea, esta vez de manera más grave, y todo el ruido desaparece de nuevo. Todos nos giramos hacia él, esperando alguna especie de veredicto, pero sigue comiendo tranquilamente, como si no hubiera pasado nada. Solo entonces, mamá toma la palabra.

—No nos habías dicho que tenías novio, Olivia —dice mientras corta la carne de Alex, el más pequeño, con total calma, como si estuviera hablando del tiempo. Es el comentario más casual y, al mismo tiempo, el más cargado de implicaciones.

Trago saliva y me tenso en mi asiento. No estaba preparada para esto, ni mucho menos. Claro, tenía que haber previsto que esta situación se saldría de control en casa, pero no pensé que fuera tan rápido.

—Ehm... bueno, en realidad, llevamos unas pocas semanas... —miento con la mejor cara que puedo poner.

Rodrigo levanta una ceja, desconfiado. Miguel se inclina hacia adelante como si estuviera viendo un programa de televisión que no se quiere perder. Lucas sigue mirándome boquiabierto, como si de repente fuera una especie de estrella de rock.

La chica de las volteretas [Pablo Gavi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora