Capítulo 9: La casa del caos

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Olivia

Ya me estoy arrepintiendo de todo esto. Y aún no ha pasado nada, pero cuando miro hacia el jardín desde la ventana de la cocina, lo tengo clarísimo. La mesa está puesta en el centro del jardín, con un mantel blanco que parece ir en contra de la naturaleza de esta familia. Mi padre está junto a la barbacoa, controlando la temperatura como si fuera el corazón de una operación a vida o muerte, y mi madre, por otro lado, se acomoda en una silla, concentrada en su móvil, ojeando algo que probablemente no tiene nada. que ver con el caos a su alrededor.

Y ahí está el caos. Cinco brutos, cinco bestias, y uno más pequeño que parece multiplicar la energía de los otros, gritando, empujándose, insultándose y jugando al fútbol en el césped con una brutalidad que haría temblar al mismísimo Goliat. Rodrigo y Manuel ya están medio peleando con Carlos por una falta, mientras Miguel y Lucas se ríen como locos. Y después está Alex, el más pequeño, corriendo en medio de todos como un torbellino, gritando sin parar.

Pienso en Gavi, en lo que le espera cuando cruce esa puerta. Se va a asustar. Y con razón.

—No debería haber metido a Gavi en esta jaula de leones en celo —le digo a mamá, que sigue con su móvil como si nada.

Mamá se ríe con ganas, ni siquiera levanta la vista del móvil.

—Si te quiere, tendrá que aceptar a tu familia —responde, muy tranquila, como si esto fuera algo normal.

Claro, mamá, si me quiere .

Pienso para mis adentros. Ese es el problema, que Gavi no me quiere. Es más, ni siquiera estamos juntos de verdad. Me pregunto cómo reaccionaría mama si supiera lo del acuerdo que Gavi y yo tenemos, que todo esto es una farsa para conseguir lo que ambos queremos: él a Laura, y yo patrocinadores.

Y justo cuando empiezo a pensar en todo lo que podría salir mal, el timbre suena.

De inmediato, todos los chicos en el jardín se quedan en silencio. Rodrigo, Manuel, Carlos, Lucas y Miguel se miran entre ellos, con una sonrisa que no me gusta ni un poco. Esa mirada traviesa que conozco tan bien. Ya sé lo que va a pasar.

—¡No! —intento advertir, pero es tarde.

Todos salen corriendo hacia la puerta, empujándose, lanzando insultos y gritos mientras corren como si no hubiera un mañana. Están decididos a abrir la puerta antes que yo. Y me pregunto por qué no me sorprende.

Resoplo, sabiendo que es inútil intentar detenerlos. Saco fuerzas de donde no tengo y camino hacia la puerta mientras escucho los gritos de mis hermanos. Los puedo oír discutir en el recibidor, peleándose para ver quién abre la puerta primero. ¿Por qué siempre tienen que hacerlo todo tan complicado?

Finalmente, llego a la puerta y me planto frente a ellos, empujando un poco a Manuel para que se aparte. Tienen esa sonrisa maliciosa en la cara, como si quisieran que Gavi se asustara y saliera corriendo antes de cruzar ni siquiera el umbral.

Abro la puerta, y ahí está él. Gavi, con una sudadera y esa sonrisa medio tímida, medio traviesa. Pero esa sonrisa desaparece en cuanto mira detrás de mí. Sabe que no estoy sola.

Cinco pares de ojos masculinos lo miran fijamente desde el recibidor, con una mezcla de desafío y diversión. Gavi mira un poco asustado. Y, sinceramente, no lo culpo. Yo también lo tendría si tuviera que enfrentarme a estos cinco gorilas.

—Hola —le digo, intentando suavizar la situación con una sonrisa.

Gavi parpadea y me devuelve la sonrisa, aunque sé que está nervioso. Puedo verlo en la forma en que sus ojos van y vienen entre mis hermanos y yo, como si no supiera si está en un campo de batalla o en una barbacoa familiar.

La chica de las volteretas [Pablo Gavi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora