Capítulo 14: Dulce navidad

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Gavi

Lo sé, parece una locura, pero Olivia tiene esa energía que... que simplemente lo cambia todo. Caminamos por el centro de Barcelona, ​​entre el bullicio de la gente, y siento que cada paso que damos juntos hace que el resto del mundo se vuelva borroso, como si fuera un fondo sin importancia. Es increíble cómo, en apenas un mes y medio, hemos llegado a esto. La considero mi mejor amiga, alguien con quien podría estar horas hablando sin aburrirme, sin preocuparme del tiempo, como si todo fuera más fácil, más ligero.

Mientras avanzamos, ella se ríe de algo que le he dicho, y no puedo evitar mirarla. Es tan fácil para ella encontrar la alegría en las cosas pequeñas, en los detalles, en cada segundo de vida. Hay algo en su risa que me contagia, me hace sentir que estoy exactamente donde debería estar. No lo entiendo bien, pero tampoco me importa.

Ahora mismo, Olivia está señalando un escaparate de una tienda con ropa extravagante, imaginando cómo se vería Lucas, su hermano pequeño, vestido con uno de esos abrigos enormes y coloridos.

—Imagínatelo, ¿te lo puedes creer? —me dice entre risas, llevándose la mano al pecho, como si de solo pensarlo se fuera a morir de la risa—. El pobre, seguro que se perdería entre tanta tela.

Río con ella, y no sé por qué, pero la forma en la que describe cada detalle me da una sensación cálida, familiar. Olivia tiene una forma de ver el mundo que hace que hasta lo más simple parezca especial, como si cualquier cosa pudiera ser un motivo para reír, para disfrutar. Y aunque no quiero admitirlo, me siento privilegiado de que me haya dejado entrar en su vida, de que pueda verla así, en esos momentos en los que se deja ser ella misma.

A veces, no puedo evitar recordar ese día en el campo, hace dos semanas cuando jugamos al fútbol con nuestros amigos y luego, cuando ella y yo rodamos por el césped... Se sintió diferente. Como si, por un momento, todo tenía un significado más profundo, y eso... me asustó un poco. Me asusto porque nunca había sentido algo así, ni siquiera cuando estaba con Laura.

—Eh, ¿a dónde te has ido? —pregunta Olivia, mirándome divertida y empujándome con el codo—. Te he hecho una pregunta y parece que te has quedado en la luna.

Me río y sacudo la cabeza, como si quisiera espantar los pensamientos.

—Perdón, perdón. Me distraje un poco. —Le sonrío para disimular y le digo—. A ver, ¿Cuál era la pregunta?

Ella me mira con fingida paciencia, cruzando los brazos.

—¡Que si prefieres un helado o churros! —me dice, exagerando la voz como si le estuviera hablando a un niño pequeño—. Mira que es importante, ¿eh? No es cualquier cosa.

—Ah, no, claro. Esto puede ser una decisión de vida o muerte —bromeo y me quedo pensándolo un segundo, solo para molestarla—. Bueno, creo que... los churros.

Ella abre los ojos, sorprendida, y me mira como si le hubiera dado la peor respuesta del mundo.

—¿Churros? ¡Eres un básico, Pablo! ¿Cómo puedes preferir los churros al helado?

—Es que... el helado es para los días calurosos. Hoy hace frío —le respondo, riéndome mientras ella pone los ojos en blanco y sigue caminando. Me doy cuenta de que no puedo dejar de mirarla. Es increíblemente genuina. Tal vez es eso lo que más me gusta de ella.

El caso es que, con Olivia, todo parece encajar, como si cada conversación tuviera un sentido o una razón.

Camino junto a Olivia por el centro de Barcelona, ​​y no sé si es la compañía o el ambiente navideño, pero hoy todo parece diferente. Las luces brillan sobre nuestras cabezas, y el aire frío se llena de olores a castañas asadas ya los villancicos que se escapan de las tiendas. Olivia anda a mi lado, sosteniendo varias bolsas de las tiendas que ya hemos recorrido. Me ha insistido en ayudarme a elegir el regalo perfecto para mi hermana Aurora, y yo estoy echándole una mano con los regalos para sus hermanos.

La chica de las volteretas [Pablo Gavi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora