Capítulo 7: Un helado a media noche

112 12 0
                                    

Olivia

Mi habitación está hecha un caos, y aunque debería estar molesta, no puedo evitar reírme de la escena que tengo delante. Rodrigo, el mayor de mis hermanos, está en el baño con los labios pintados de un rojo chillón que no le hace justicia. Lucas, el penúltimo, sale con uno de mis vestidos puestos, un mini vestido negro que apenas cubre la mitad de sus rodillas, y camina con las manos en la cadera, tratando de imitar mi forma de caminar. Miguel está sentado en mi cama, frente al espejo, aplicándose maquillaje en los ojos como si fuera un profesional, y Manuel, no sé cómo, ha encontrado mis pendientes de plata y se los ha colocado, sacando pecho y haciendo poses ridículas frente al espejo. Carlos, el segundo mayor, observa la escena desde el marco de la puerta, sin dejar de reírse.

—¿Estás segura de que no te hace falta ayuda para ir a tu cita, Oli? —dice Lucas mientras gira sobre sus talones en el centro de la habitación, sacando pecho y tratando de imitar una pasarela—. Mira que este vestido me queda mejor que a ti.

—¡Eh, que no es una cita! —les respondo entre risas mientras intento plancharme el pelo, porque con ellos armando este escándalo, ni siquiera puedo concentrarme en dejarlo decente—. Es una cena. Y nada más.

—Claro, claro, una cena —interviene Miguel, levantando una ceja con una maestría que da miedo—. Que casualmente es con Gavi, una estrella del fútbol y tu novio ¿eh?

Rodrigo sale del baño, viéndose más ridículo de lo que imaginaba con ese pintalabios rojo, y hace una pose exagerada mientras imita mi voz de manera burda: "Ay, no, no es una cita, es solo una cena con Gavi".

—¿Vais a hablar de fútbol, Olivia? ¿O de cómo planificáis vuestro futuro juntos? —añade Manuel, poniéndose otros pendientes, esos que ni siquiera me gustan tanto.

Intento mantenerme seria mientras termino de plancharme el pelo, pero es imposible. Se han puesto pesadísimos, pero en el fondo sé que es su forma de ayudarme, aunque sea con sus bromas y ridiculeces. Si no fuera por ellos, estaría de los nervios. Y claro, ver a Rodrigo con pintalabios, a Lucas con mi vestido y a Miguel maquillado no ayuda a mantener la compostura. Me río y les lanzo la mirada más exagerada que puedo, como si de verdad me molestara su burla.

—Sí, sí, claro, me ayudáis mucho así... —les digo, soltando una carcajada—. Venga, fuera de mi habitación que si llego tarde por vuestra culpa, esta vez os vais a enterar.

Lucas se pone dramático, agarrándose el pecho con la mano mientras se acerca al espejo: "Lo siento, hermanita, pero yo me quedo con este vestido, está claro que es mío".

—¡Ya, hombre! —les digo, apagando la plancha y apartándola de un manotazo. Me levanto, empujando a Lucas de vuelta al armario, quitándole el vestido mientras él finge una escena digna de una telenovela—. ¡Fuera de mi cuarto! Dejadme terminar de arreglarme.

Me sacudo el vestido frente al espejo y hago una última inspección. Al fin, estoy lista. Camino hacia la puerta, mis hermanos ya me esperan en el pasillo como si estuvieran listos para despedirse de mí antes de una misión secreta.

—Que te vaya bien en tu cita —canta Miguel, alzando la voz como si cantara una serenata, y todos se ríen.

—Os odio —les digo, aunque no puedo dejar de sonreír—. Pero sois los mejores.

Les saco la lengua mientras cierro la puerta, aunque les escucho seguir riendo a carcajadas desde el otro lado. A pesar de todo, mi familia es mi refugio, siempre lo ha sido, y aunque me molesten y hagan de cada ocasión algo dramático, sé que lo hacen con cariño.

Cuando bajo las escaleras, veo a Gavi esperando junto al coche, con las manos en los bolsillos. Al verme, se queda mirándome unos segundos, como si no supiera qué decir.

La chica de las volteretas [Pablo Gavi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora