Ana
Nunca me gustó Rhode. Siempre me pareció rara, con su nariz metida en los libros como si el resto del mundo no existiera. ¿Y quién no sabe que es peligroso estar demasiado en la cabeza de uno? Cuando escuché que Thomas quería "hablar" con ella, decidí seguirlo. No porque me importe lo que pase con Rhode, sino porque me aburro en este campamento. Y a veces, cuando te aburres, haces cosas estúpidas. Pero esta vez, la curiosidad resultó ser más que una simple pérdida de tiempo.
Me agaché detrás de unos arbustos, tratando de no hacer ruido. Tomas y Rhode estaban hablando, pero no podía escuchar bien lo que decían. De repente, vi cómo Thomas cambió de tono, su rostro se volvió burlón, y entonces me uní a la escena.
Justo cuando pensé que todo estaba tomando el curso habitual —Rhode siendo humillada y nosotros disfrutando del espectáculo—, algo extraño sucedió. Hubo un ruido, como un cascabeleo entre los árboles, y todos nos detuvimos. Miré alrededor, esperando ver a algún animal o algo que pudiera haber causado el ruido. Pero no vi nada. Entonces, Thomas y yo salimos corriendo, dejándola sola para observar lo que vendría.
Fue entonces cuando lo vi. Un chico que parecía salido de un sueño, o quizás de una pesadilla, apareció de la nada. Tenía el cabello rubio, tan brillante que casi parecía blanco, y unos ojos verdes que relucían. Me quedé paralizada, apenas respirando, mientras él se acercaba a Rhode con una velocidad imposible. Se inclinó hacia ella y le susurró algo que no pude escuchar, pero vi cómo le dejaba algo en la mano. Algo pequeño, envuelto en una bolsita oscura.
¿Qué demonios está pasando aquí?
Esperé a que Rhode se alejara antes de salir de mi escondite. Mi corazón latía con fuerza, y mi mente corría con posibilidades. ¿Quién era ese chico? ¿Y qué le había dado a Rhode?
No sabía si debería contarle a alguien, pero algo en mi interior me decía que esto era importante, más importante de lo que siquiera podía imaginar. Así que volví corriendo al campamento y reuní a algunos de los chicos, aquellos que siempre estaban dispuestos a escuchar un buen rumor.
—Escuchen, chicos —dije, tratando de sonar seria y convincente—. Hay algo raro pasando con Rhode y su familia. La vi en el bosque con un chico extraño. Le estaba dando algo, y le dijo de una cura para el virus.
Al principio, algunos se rieron. Pero cuando empecé a conectar los puntos —Rhode siempre con sus libros, su abuelo que ahora está enfermo, pero parecía estar bien antes, y esa cosa que el chico le dio—, la risa se convirtió en preocupación.
—¿Creen que Rhode y su familia pudieron haber creado el virus? —pregunté, lanzando la idea como si fuera una hipótesis científica.
—No puede ser —dijo uno de los chicos—. El abuelo de Rhode está enfermo.
—Eso es lo que quieren que creamos —respondí rápidamente—. Podría ser una fachada, para alejarnos de la verdad.
Las palabras se esparcieron por el campamento como un reguero de pólvora. Algunos dudaron, pero otros empezaron a mirar con una mezcla de miedo y sospecha. Sabía que necesitaba pruebas para convencerlos completamente, pero también sabía que, con suficiente miedo, la verdad puede ser moldeada.
Esa noche
Decidí que era hora de conseguir pruebas. Si Rhode tenía algo que ver con este virus, entonces debía haber más que esa bolsita. Al caer la noche, reuní a algunos de los chicos que todavía creían en mi teoría y les pedí que vigilaran a Rhode conmigo. No estaba segura de lo que encontraríamos, pero sentía que íbamos en la dirección correcta.
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El último libro
Historia CortaRhode siempre ha encontrado refugio en los libros, perdiéndose en mundos de fantasía, terror, y romance para escapar de la realidad que le resulta abrumadora. Su vida cambia repentinamente cuando suena la alarma de emergencia en su ciudad: un virus...