Capítulo 1: Antes del Virus

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Rhode siempre se preguntaba cómo sería la vida si no existiera esa constante presión de ser alguien diferente, de encajar en moldes que nunca parecían hechos para ella. Antes del virus, su vida se movía en un ciclo rutinario pero seguro. Cada día era predecible, y aunque muchos podrían haberlo encontrado aburrido, a Rhode le brindaba una sensación de control y seguridad que valoraba profundamente.

Sus mañanas comenzaban siempre igual. Despertaba temprano, desayunaba con sus padres mientras las noticias llenaban el ambiente con historias del mundo exterior, y luego se encaminaba a la escuela, siempre con una mochila repleta de libros. La escuela... para Rhode, no era más que un espacio de tránsito. Un lugar donde su presencia pasaba desapercibida, donde podía esconderse en la última fila de cada clase, sintiéndose invisible. O al menos, deseaba serlo.

A veces, sin embargo, sentía que no estaba tan sola como creía. Había momentos en los que, entre clases o en los pasillos, algo dentro de ella la hacía detenerse. La extraña sensación de ser observada se apoderaba de su mente, como si una mirada oculta la siguiera de cerca. Su piel se erizaba levemente, y en más de una ocasión se giraba repentinamente, buscando al responsable. Pero siempre era en vano. Los demás alumnos seguían con sus conversaciones banales, inmersos en sus teléfonos o riendo en pequeños grupos, completamente ajenos a su presencia.

Era desconcertante. Rhode sabía que era buena para pasar desapercibida, entonces, ¿por qué se sentía vigilada? El sentimiento era tan sutil y, al mismo tiempo, tan persistente, que a veces prefería ignorarlo, creyendo que era solo su imaginación jugándole una mala pasada.

Durante los recreos, mientras sus compañeros socializaban en el patio o en los pasillos, Rhode se refugiaba en su santuario: la biblioteca. Allí, entre estantes repletos de libros, encontraba paz. En ese mundo de papel y palabras, el bullicio del exterior no importaba, y la sensación de ser observada se desvanecía. Los libros siempre habían sido su refugio, su escape. Los veía como portales a otros mundos, y cada vez que se sumergía en una historia, sentía que podía perderse, dejando atrás la realidad, las preocupaciones y, especialmente, esa incómoda sensación de estar siendo observada.

La vida en la escuela transcurría de manera monótona. Rhode cumplía con sus tareas, pero apenas interactuaba con sus compañeros. Sabía que su mundo interior era mucho más rico que lo que podía ofrecer la realidad. Mientras los demás se preocupaban por modas, redes sociales y los típicos dramas adolescentes, Rhode se adentraba en mundos fantásticos, se convertía en heroínas valientes, exploraba tierras lejanas y vivía aventuras que hacían palidecer cualquier evento cotidiano. Era un escape, pero también una forma de vida.

A menudo, sus padres le decían que debía salir más, hacer amigos, vivir el presente. Pero Rhode no sabía cómo hacerlo. Las historias de sus libros la habían envuelto tanto, que el mundo real le parecía desprovisto de color y significado. Además, la sensación de ser observada, aunque infrecuente, la hacía sentirse aún más incómoda al interactuar con los demás.

En la escuela, los profesores la veían como una estudiante aplicada, aunque distante. Sus compañeros, por otro lado, rara vez la notaban. Ella no encajaba con las chicas populares ni con los grupos de estudiantes que siempre estaban en busca de la última moda o de la próxima fiesta. Su único consuelo era Copito, su perro, y los libros que llenaban cada espacio vacío en su vida.

Había algo en esos libros que la hacía sentir viva, mucho más que cualquier conversación banal o evento social. Los tocaba con delicadeza, como si cada uno fuera un pequeño tesoro. Para ella, no eran solo historias, sino vidas, mundos enteros que la esperaban con los brazos abiertos. Cada página era una oportunidad para escapar, para ser alguien diferente, alguien más valiente, más fuerte.

Sin embargo, incluso en esos momentos de escapismo, la sensación de estar siendo observada a veces la alcanzaba. Estaba sola en su habitación, leyendo, completamente absorta en una historia, cuando un escalofrío recorría su espalda. Levantaba la vista, mirando a su alrededor. Pero no había nada. Solo las paredes cubiertas de estanterías y el suave ronquido de Copito en la esquina de la habitación. Era extraño. Incluso en la seguridad de su espacio, esa inquietante sensación de que algo o alguien la vigilaba seguía presente, aunque jamás lograba encontrar el origen.

Los meses antes del virus fueron, para Rhode, una mezcla de monotonía y misterio. Su vida era tranquila, aunque extrañamente inquietante en ciertos momentos. Era como si algo estuviera a punto de suceder, pero nunca llegara a materializarse. A pesar de la calma aparente, Rhode no podía sacudirse esa sensación de que algo iba mal, de que el mundo que había conocido pronto cambiaría de una forma que nunca podría prever.

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