Capítulo 21: El Umbral de lo Inimaginable

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Axl

Cuando Rhode y yo nos quedamos en silencio en el jardín, rodeados por un océano de flores vibrantes, algo dentro de mí cambió. Por primera vez en mi existencia, me sentí completo, aunque fuera por un breve momento. La luz del sol acariciaba su rostro, y una paz que no conocía llenaba cada rincón de mi ser. Pero esa paz era precaria, como un cristal delicado a punto de quebrarse.

La miré, y sus ojos brillaban con una mezcla de curiosidad, confianza y algo más... algo que me hacía desear más que nunca ser parte de este mundo, un mundo que siempre había visto como algo a ser destruido, no como algo que podría querer proteger.

De repente, sentí un tirón en mi interior, un aviso que resonó como una alarma en mi cabeza. La conexión con mis compañeros destructores vibró con una intensidad que hacía tiempo no sentía. Mis sentidos se agudizaron y supe que algo estaba mal, terriblemente mal.

—Rhode, necesito que confíes en mí, pase lo que pase —dije, con urgencia en la voz.

Ella me miró confundida, abriendo la boca para preguntar qué estaba ocurriendo, pero no tuve tiempo de explicaciones. Sujeté su mano con firmeza y, antes de que pudiera protestar, la llevé de vuelta a la casa, cerrando las puertas tras nosotros con un golpe que hizo retumbar las paredes.

—Axl, ¿qué está pasando? —exigió, pero no podía perder el tiempo respondiendo. No ahora.

Cerré los ojos, concentrándome en esa conexión que palpitaba con fuerza. Lo sentí como una descarga eléctrica, vibrante y peligrosa. En un instante, supe que no estaba solo. Mis compañeros habían llegado, y no con buenas intenciones.

—¡Sal, Axl! —gritó una voz profunda desde fuera de la casa, resonando como un trueno en el cielo despejado.

Reconocí la voz de Ravok, uno de los más poderosos entre nosotros. Su tono no dejaba lugar a dudas; estaba aquí para imponer la voluntad del Padre Destructor, y eso solo significaba una cosa: la eliminación de Rhode y el cumplimiento de la misión que me habían encomendado.

Rhode me miró, sus ojos grandes y llenos de miedo. Sabía que había prometido protegerla, que no dejaría que nada la lastimara. Pero también sabía lo que estaba en juego. Si me negaba a cumplir mi propósito, no solo me enfrentaría a Ravok, sino a todo lo que representaba mi existencia.

Tomé aire, sintiendo cada fibra de mi ser temblar ante la decisión que sabía que debía tomar.

—Escúchame bien, Rhode —dije con voz firme, mirándola directamente a los ojos—. Pase lo que pase, no salgas de aquí. Prométemelo.

Ella asintió, aunque pude ver la confusión y el terror en su rostro. Me dolía tener que dejarla, pero sabía que esta era la única manera de enfrentar lo que venía.

Salí de la casa y me encontré cara a cara con Ravok y dos de nuestros compañeros, Nox y Thara. Sus ojos brillaban con una intensidad oscura, y podía sentir el poder que emanaban, como una ola de destrucción lista para arrasar con todo a su paso.

—Axl, has sido convocado para cumplir con tu misión —dijo Ravok, sin preámbulos—. No puedes seguir ignorando tu propósito. Sabes lo que está en juego.

Miré a mis compañeros, notando la rigidez de sus posturas, la determinación en sus miradas. Pero también noté algo más, algo que me hizo sentir una punzada de esperanza: duda. Sabía que no todos estaban de acuerdo con esta misión, que algunos de ellos también se preguntaban si había otra manera.

—He encontrado algo aquí, Ravok —dije lentamente, eligiendo mis palabras con cuidado—. Algo que me hace cuestionar nuestro propósito. Algo que me hace creer que hay una alternativa a la destrucción.

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