Prólogo.

36 4 0
                                    

Hay algo que me ocultan. Lo presiento.

Miro fijamente a mis papás. Hay algo que no me termina de cerrar.

—¿Me pueden decir que es lo que está pasando? —pregunto, rompiendo el silencio incómodo que se generó.

—¿De qué hablas?

—Mamá, es obvio de que algo está pasando.

Comparten una mirada antes de suspirar.

—Hay algo que debemos decirte.

Miro a mi papá con una ceja enarcada, esperando que hable.

Ayer por la noche papá comenzó a sentirse mal, le dolía el pecho y le costaba respirar. Se fueron al hospital y volvieron unas horas más tarde. Desde ahí siento que me ocultan algo.

—¿Y? —pregunto—. Quedamos en que no habrían secretos.

Ellos vuelven a compartir esa mirada extraña, se comunican todo sin decir ni una palabra. La conexión después de 20 años de casados, supongo.

—Tu papá... —comienza mamá, poniéndome tensa al instante. No me gusta su tono, ni cómo sus ojos se cristalizaron—. Ayer no fue la primera vez que tu papá fue al hospital por sus dolores en el pecho.

Frunzo el ceño ante eso. ¿Cómo que no fue la primera vez?

—¿Qué pasa con eso?

—Tú papá... Se le está tapando la vena principal del corazón. Tiene que realizarse una cirugía muy costosa... Una —se le quiebra la voz— cirugía que no podemos pagar.

Me quedo recalculando lo que me acaba de decir.

¿Cirugía?

—¿Qué... Qué pasa si no se realiza la cirugía? —pregunto con miedo de la respuesta.

Las lágrimas empapan las mejillas de mamá. Me mira y ya sé lo que dirá.

No. No. No.

Miro a papá que está igual de asustado cómo mamá.

—Mamá, ¿qué pasa si no se hace la cirugía?

Mamá solloza con fuerza y siento como mis ojos se nublan.

Ambos se acercan a mí y me abrazan. Las lágrimas no dejan de salir, siento cómo si algo estuviera aplastando mi pecho.

—Todo saldrá bien —dice papá. Aunque sabemos que no es así, y como se derrumban junto a mí lo demuestra.

///

—Hija, mañana saldremos a comer.

Miro a mamá y asiento. Ya pasó un poco más de una semana desde que me dijeron lo que estaba pasando. Aún no lo asimilo y quiero pensar que podrán encontrar la manera de solucionar esto, que podremos encontrar la manera, pero pensar en lo que podría pasar me da miedo, me asusta.

Vuelve a salir de mi habitación dejándome en ese silencio en dónde mi mente aprovecha para imaginar todo lo que podría pasar.

Todo saldrá bien.

Todo saldrá bien.

Tiene que salir bien.

Decido volver a la cocina junto a mis padres. En cuanto entro vuelvo a sentir como si algo me aplastara el pecho.

Papá parece notarlo porque se acerca a abrazarme. Papá siempre lo nota. Papá siempre está ahí.

—Todo saldrá bien —vuelve a repetir, y me encantaría creerle, me encantaría pensar que sí, pero en el fondo sé lo que pasará.

Mis ojos se cierran al sentir cómo se llenan de lágrimas.

—Tengo miedo —admito con mi voz apenas audible entre mis sollozos.

—Lo sé.

Mamá se acerca para abrazarnos también y siento como mi mundo comienza a derrumbarse.

Todo saldrá bien.

///

No puede pasar ahora. No estoy lista.

Miro como mamá da vueltas en el hospital.

Estamos aquí desde hace una maldita hora y no sabemos nada.

Papá comenzó a sentirse mal cuando estábamos caminando hacía el restaurante. Vinimos al hospital y lo llevaron a una sala. Desde ahí no sabemos nada.

Mi tía está sentada junto a mí mientras mi mamá sigue caminando. Mi pierna sube y baja sin quedarse quieta de los nervios.

—Familiares del paciente Savich —Un doctor sale y enseguida nos ponemos de pie.

Mamá se acerca enseguida.

—Logramos estabilizarlo, acaba de tener un infarto. Pero lastimosamente no creemos que pueda seguir con vida, por lo menos no sin consecuencias.

El doctor nos dio permiso de pasar a verlo. Mamá entró y yo preferí esperar afuera para luego entrar sola.

Luego de varios minutos sale. Me da un asentimiento de cabeza para indicarme que entre.

Mis piernas tiemblan mientras me dirijo a la habitación en donde está. En cuento lo veo mis ojos se llenan de lágrimas.

Cierro la puerta detrás de mí y me acerco a la cama. Está conectado a muchos tubos, sus ojos están cerrados y parece tan tranquilo.

—Pa, no puedes dejarnos —mi voz se quiebra y tomo su mano entre las mías—. Tienes que despertarte. Nos quedan muchas cosas por hacer. No puedes irte, todavía no.

Noto cómo las lágrimas comienzan a caer por mis mejillas.

—Te amo, no puedes irte. No sé que haré sin ti. Nos faltan muchas cosas por vivir. Te faltan años por disfrutar junto a nosotras. No puedes irte. No me dejes. No me hagas esto, por favor. Despierta, prometo ser mejor hija, subiré mis calificaciones, lo prometo pero no me dejes, papá, no quiero que te vayas, por favor.

Las lágrimas caen con más fuerza y siento cómo si me ahogara.

—No me dejes, por favor, no me dejes sola, no nos dejes, te necesitamos, yo te necesito, por favor. Te amo, te amo muchísimo, papá no me dejes.

Las máquinas en la que está conectado empiezan a sonar, alertándome.

Unos enfermeros entran junto con el doctor y me dicen que tengo que salir de ahí.

Me arrastran fuera de la habitación y mamá me abraza mientras que no entiendo que es lo que está pasando.

Sigo llorando y forcejeando para que mamá me suelte para poder ir con papá, quiero saber que está pasando.

De pronto parece que todo se detiene. La máquina deja de hacer ruido y el doctor sale con expresión neutra.

Se acerca a nosotras y nos toma de la mano.

—Hicimos todo lo posible pero... No sobrevivió.

Con esas dos palabras mis mundo se terminó de destruir.

No sobrevivió.

Mis piernas fallan y caigo al suelo junto a mamá.

No sobrevivió.

No puedo estar pasando.

Tiene que ser una broma.

Papá está bien. Está vivo.

Las lágrimas siguen cayendo y siento que me falta el aire. Me duele el pecho, me duele el corazón.

No puede ser verdad.

De pronto miro la hora en el reloj de la pared.

5:26.

14 de septiembre.

Esa fecha queda grabada en mi cabeza, quiero gritar, quiero romper todo. Quiero a mi papá.

Mi nueva estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora