El sol apenas empezaba a caer en Queens cuando Tony Stark, con su traje de civil, estacionó su Audi a unas cuadras de la casa de los Parker. Sabía que Peter Parker era Spider-Man. Lo había deducido tras rastrear ciertas anomalías y comparar los movimientos del chico con los informes sobre el héroe arácnido. La evidencia estaba ahí, clara como el día. Tony había sido paciente hasta ahora, pero con la guerra civil de los héroes desatándose, ya no podía esperar más. Necesitaba a Spider-Man de su lado.
Caminó hacia la puerta de la modesta casa, mirando a su alrededor, observando la tranquilidad del vecindario. No encajaba en este lugar, pero tenía una misión. Al llegar, tocó el timbre y esperó. Pasaron unos segundos antes de que la puerta se abriera, revelando a Peter Parker, que parecía sorprendido al verlo.
─Señor Stark ─dijo Peter, nervioso─. ¿Qué... qué está haciendo aquí?
Tony sonrió de lado. El chico trataba de mantenerse tranquilo, pero Tony sabía que estaba nervioso.
─Vamos, Peter, sabes que soy un tipo ocupado, no vengo por una charla casual. ─Tony lo observó de pies a cabeza─. Sabes por qué estoy aquí.
Peter frunció el ceño, tratando de mantener la calma. Justo cuando iba a decir algo, un pequeño sonido interrumpió la tensión.
─¡Papá! ─Una vocecita infantil resonó en el pasillo detrás de Peter.
Tony parpadeó, confundido. Una niña pequeña, de cabello oscuro, apareció desde el interior de la casa, tambaleándose mientras corría hacia Peter con los brazos levantados. Tendría alrededor de uno o dos años, con los ojos grandes y marrones, y una sonrisa que desarmaría a cualquiera. Se parecía tanto a Peter que por un segundo, Tony pensó que había retrocedido en el tiempo y estaba viendo una versión en miniatura del chico.
Peter, completamente nervioso, levantó a la pequeña niña y la sostuvo contra su pecho. Tony miró la escena, todavía procesando lo que acababa de pasar.
─¿Quién es ella? ─preguntó Tony, sin disimular su sorpresa.
─Ella es... Emma ─murmuró Peter, evitando el contacto visual─. Es... es mi hija.
Tony se quedó inmóvil, sus pensamientos tambaleándose. Lo último que esperaba encontrar al venir a reclutar a Spider-Man era descubrir que Peter Parker, un chico de 17 años, era padre.
─¿Tu hija? ─repitió Tony, incrédulo─. ¿Cómo... cuándo...?
Peter suspiró, claramente incómodo. Se movió un poco hacia la sala de estar, dejando que Tony lo siguiera mientras aún sostenía a la pequeña Emma, quien jugueteaba con su camiseta como si no hubiera ninguna tensión en la habitación.
─Tenía 16 años cuando... cuando pasó ─explicó Peter en voz baja, sin apartar la vista de su hija─. La madre... no quiso hacerse cargo. Así que, bueno, aquí estamos.